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Beautiful darling

Desmond

Me miro al espejo y sonrió en cuanto la puerta se abre dejándome ver a la persona vestida completamente de negro, con capucha y pasamontañas.

— Ya era hora — Avanzó fuera de la celda para encontrarme a más hombres vestidos de la misma manera.

— Hay que darnos prisa — Habla el hombre que a penas si se le entiende con aquel pasamontañas puesto.

Todos sus hombres me rodean y avanzamos con rapidez en donde veo más celdas, pero vacías ya que estábamos en la zona más resguardada que es para reclusos igual de peligrosos que yo. Las puertas metálicas se abren dejándome ver a la mujer que seguramente es la capitana, pero no se nota por el traje negro y el pasamontañas, pero lo que me sorprende es la cantidad de hombres qué hay en el suelo, muertos.

— Rápido, rápido — Nos indica el camino hasta llegar a las escaleras que subimos con rapidez hasta llegar a la azotea donde un helicóptero nos está esperando. Nos subimos con rapidez mientras la capitana da indicaciones al hombre que le ayudó a sacarme de la celda, pero entonces todo se vuelve un caos en cuanto las alarmas comienzan a sonar. La capitana corre a subirse y enciende las aspas.

— Date prisa en sacarme de aquí — La presiono — Llévame con mis hijos.

Ahora mismo mis hombres ya deben de estar en donde Briana con aquella mujer y sus hijos, pero solo uno de ellos es mío también.

Me agacho al escuchar que las balas empiezan a impactar en el helicóptero. Me asomo para ver a los hombres de Gian Lombardi disparar en nuestra dirección, pero solo uno de ellos está con una tableta en la mano y en la otra un walkie-talkie.

— Date prisa — Digo entre dientes al saber que está intentando o seguramente ya se está comunicando con el ministro. El helicóptero da vuelta y nos alejamos con rapidez aún escuchando las balas rebotar.

Necesitaba salir de aquí antes de que el ministro se mueva para volverme a retener. Esta vez no.

— ¿Enviaste el regalo? — Preguntó en cuanto tomó asiento a su lado.

— Sí, todo está como lo pediste — Dice con seriedad — Ahora mismo deja que me concentre en sacarte de aquí porque uno de los hombres de Gian me ha avisado que has escapado de tu celda.

— No creo que el ministro arruine el cumpleaños de su hijo.

— ¿Tan siquiera lo conoces? — Me encojo de hombros.

— No, pero un hijo siempre es primero.

— ¿Ah si?

— Lo aprendí de cierta persona — Digo al pensar en Brigid. Ya estoy ansioso por volver a verla. Me pregunto si a su hija le encantará mi obsequio, quiero creer que tiene los mismos gustos que su madre.

Volteo a ver a la capitana que está bastante concentrada en sacarnos de Italia, sabe que si me atrapan a mi, la atrapan a ella y a todos los que se trajo con ella con tal de cumplir con su palabra.

— Es verdad lo que dicen — Digo sin quitarle la mirada de encima. Su ceño se frunce, pero no me mira — Que una mujer despechada, rechazada he ignorada es mucho más peligrosa que cualquier otra.

— ¿Lo dices por quien? — Me mira de reojo.

— Por ti, por lo que te hizo el ministro cuando aún era Coronel — Veo como su mandíbula se tensa — Y veo que quien te ayudo debe de tener algún conflicto con él también como para ayudarte en esto sabiendo lo que le puede pasar si se enteran de que han traicionado a la milicia al ayudar a un criminal como yo — Sonrió divertido.

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