—La paciente se ha desmayado se manera súbita y no tenemos pruebas de laboratorio aún, así que vamos a descartar que el síncope sea cardiogénico. —les dijo, sin siquiera mirarles. Continuó preparando la prueba, dejando sobre el carro unas tenazas metálicas que a Valerie le parecían sacadas de alguna tortura medieval. Se dirigió a Valerie. —Quítate la camiseta. Por favor. —añadió luego, como si se le hubieran olvidado las formas de cortesía básicas. —Vamos a hacerte un electrocardiograma. Son unos dos minutos.

Algo reticente, lo hizo. Levi se la retiró de la mano y siguió preparando el electrocardiógrafo después de dejar la camiseta lejos de la camilla. Pidió a uno de sus alumnos que le explicara cómo funcionaba el aparato mientras arrastraba un pequeño taburete por la sala. Con aire poco satisfecho, le dijo que podría haberse explayado más y mejor. Dejó el taburete a un lado de la camilla y se sentó, acercando el carro hacia él. 

—Johnson, no sé qué cojones haces en mis clases para explicarme así de mal cómo funciona el electro. ¿Te pasas todo el día jugando al solitario?—bufó. Conectó los cables a la máquina y agarró las tenazas, cada una de un color diferente. Se las tendió a la chica rubia. —Adelante. Sé que tú has atendido más que Johnson, así que tienes que saber dónde va cada toma. 

La alumna tomó las pinzas. —Perdón... —susurró cuando puso las tomas en los tobillos de Valerie. Puso las dos tenazas restantes en las muñecas de la psicóloga, que aseguró a la chica rubia que no pasaba nada, que estaba bien y que no le dolía.

El pequeño corro que se había formado alrededor de Braun y Berkowitz escuchaba con atención al primero, que tenía unas pegatinas en la mano. —Los electrodos siempre sobre las precordiales. —con los dedos corazón y anular, buscó en el pechó de Valerie, siguiendo la línea de su clavícula, el lugar donde poner el primer electrodo. —En las mujeres, cuidado con el pecho. 

Es su trabajo. Está haciendo su trabajo, se repetía Valerie una y otra vez. La situación le parecía absurda y vergonzosa a partes iguales. Ella estaba ahí, tumbada en una camilla, luciendo su sujetador delante de los estudiantes y nada más y nada menos que Levi que, por alguna razón, le hacía sentir nerviosa. Él estaba palpando su pecho, haciendo presión con sus dedos, buscando los puntos donde poner los electrodos. No era un tacto agradable -de hecho, era casi lo contrario- y era un acto prácticamente inconsciente. Levi había repetido tantas veces esa prueba que iba en piloto automático, como cuando aquella vez que tuvo que curar la herida de Valerie... por eso ella intentaba convencerse de que él solo estaba haciendo su trabajo, que no había urdido aquel horrible plan para humillarla.

Escuchó un par de pitidos y supuso que la máquina ya estaba en marcha. Valerie insipiró y oyó cómo Levi soltaba una risilla.

ㅡ¿Estás nerviosa? ㅡle preguntó, algo socarrón. Comenzó a pulsar los botones del electrocardiógrafo. ㅡLa máquina no va a electrocutarte, tranquila.

Pasaron los dos minutos que Levi había prometido. El aparato comenzó a imprimir una gráfica y, justo cuando una de las enfermeras iba a recogerlas, la alarma de un teléfono de otro estudiante sonó.

ㅡLo siento, lo siento. ㅡse disculpó, parándola con rapidez.

Levi frunció el ceño y echó un vistazo al reloj de su muñeca. El horario de mañana había finalizado para los estudiantes en prácticas hace bastante tiempo. El Doctor Braun mostró el electrocardiograma a sus alumnos.

ㅡPodéis iros en cuanto interpretéis la gráfica.

El "podéis iros si..." eran las palabras mágicas que todo profesor utilizaba para agilizar la dinámica de la clase. Si todo el mundo estaba callado y mustio, en cuanto oían "os podéis marchar pero..." se activaban. Levi se sorprendió con la rapidez que los jóvenes comenzaron a comentar los resultados de la prueba.

A matter of heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora