Lo que ninguno de los dos sabía, es que cierta vidente de ojos verdes y pelo negro los miraba a lo lejos, con un bolso de regalo que, curiosamente, contenía la misma bufanda violeta que Guinevere tenía puesta. 

***

Lady Morgana caminaba entre los puestos del mercado de Camelot con una pequeña sonrisa.
Esta no se debía precisamente a que hoy fuera un día soleado, si no por lo que sostenía en su mano.

Eso era una pequeña bolsa de regalo que había comprado hace aproximadamente media hora, cuando su sirvienta estaba lo suficientemente lejos.
Se preguntarán qué tenía Gwen que ver en todo esto, pero de hecho ella era la razón principal.

Mientras la vidente caminaba por la familiar calle, se encontró con un pequeño mercado de bufandas. Ahí fue cuando la vio;
Fue la bufanda más bonito que presenció en su vida y tenía un intenso color violeta que le recordaba a alguien cercano.

Ese alguien, como no, era Guinevere.

La bufanda era suave como ella y de un color fuerte, como su carácter.

Así que, ¿puedes culpar a Morgana cuando no pudo resistir en comprar la hermosa bufanda para su amiga? Seamos sinceros, la prenda estaba hecha para Gwen.

O al menos eso dijo Morgana en su cabeza.

Un leve sonrojo subió a su cara cuando pensó en qué respondería si Gwen le preguntaba porqué la había comprado para ella.

"Me recordó a ti", se respondió mentalmente, pero por alguna razón esa respuesta sonaba infinitamente tonta.

Fue en ese momento cuando los vio;
Gwen, su dulce sirvienta, abrazando al mismísimo Sir Lancelot.
Con nada más ni nada menos que la bufanda violeta envuelta en su cuello, posándose perfectamente sobre sus hombros y quedándole como anillo al dedo, justo como Morgana había predicho.

Pero, Guinevere lo estaba abrazando a él. A Lancelot.

Además, no había que ser tonto para entender la situación;
Lancelot, en un intento de conquistar a la dama, pagó por la prenda de ropa sabiendo que Gwen la quería, así ganándose su corazón.

Era ridículo.

Sin embargo, ella había hecho casi lo mismo.

Pero claro, ella lo hizo como una amiga y por todo su duro trabajo como sirvienta, como un agradecimiento, no una conquista.

Así que no tengo que preocuparme, se dijo Morgana mentalmente, antes de apretar los dientes y dirigirse de vuelta al castillo, ya que ya se estaba cansando del mercado.

***

Julieta caminaba sonriendo por los pasillos del castillo, llevando una bandeja llena de comida en dirección a la habitación de su reina.

El día hoy estaba hermoso y deseó poder salir a tomar un poco de sol, ya que a ella le encantaba el sol.

Pensando sobre eso y con la vista media tapada por la bandeja, no vio cuando una joven pasó, demasiado distraída para notarla y chocó fuertemente contra ella.

Entonces, todo pasó en cámara lenta;

Un destello dorado, tan rápido como la luz y tan luminoso como la misma. Luego un fuerte estallido que tendría que haber llegado pero nunca lo hizo, ya que la bandeja, con todo colocado cuidadosamente, flotaba inmóvil en el aire, justo un momento antes de haberse estrellado contra el suelo.

Entonces una fuerte inhalada de aire, como si fuera una sorpresa para la otra persona también, antes de un largo momento de silencio.
Finalmente el choque de bandeja contra piso que Julieta estaba esperando.

Miró para arriba, completamente confundida y vio a la Lady Morgana con una mirada de shock tremenda, mirándola directamente a ella.

-¡Magia!- Julieta gritó en un susurro de repente.

-Yo— respondió la pelinegra repentinamente nerviosa. -No se de donde salió eso, yo—

-Tienes magia.- interrumpió la sirviente, incrédula.

Morgana no dijo nada.

-Eso es... impresionante.- De repente la rubia empezó a sonreír. -Nunca pensé que habría de eso, aquí en Camelot. Bueno, obviamente si no cuentas a Merli- ¡Quiero decir-! Lo siento. No le diré a nadie de esto.- la chica bajó avergonzada la cabeza.

-¿Que quieres decir con Merlin?- preguntó Morgana aún sin poderse creérselo completamente.

-Yo... nada, no quise decir nada sobre Merlín.

-Ah, te refieres a que tiene magia.- afirmó la pelinegra de la mismísima nada.

-¡Aja! Así que es verdad.-

A Morgana se le abrieron los ojos como dos platos.

-¡Entonces no sabias!- acusó algo ofendida.

-Lo sospechaba,- corrigió rápidamente. -Duplicó una flor de la nada, sabía que no era normal.-

Morgana la miró detenidamente, como si evaluara si Julieta era de confianza.

-Mira, se lo que pasa en este lugar si alguien usa magia.- explicó la rubia bajando la voz, aún que no había ni un alma en ese pasillo. -No le desearía una muerte tan cruel a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo. Además, la magia me parece una cosa extraordinaria. Ya se que no nos conocemos como para que me tengas confianza, pero ahora también se el secreto.-

Morgana la miró a sus ojos, tan peculiares, y entendió por que a Arturo le molestaba esta mujer.
Eran sus ojos. Decían más que mil palabras e indicaban que sabían cosas. Como si leyeran tus pensamientos y eso a cualquiera lo haría sentir vulnerable.
Pero tan pronto como los miras mejor, eran dos simples avellanas marrones que te miraban sin juzgarte realmente. Dos ojos que miraron a través de lo más profundo en ti y igualmente no te juzgan.
A Morgana le agradó la chica.

Entonces suspiró rindiéndose.

-Habrá que avisarle a los demás que saben que también eres parte del grupo.-

Avec tout mon cœur -MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora