Capítulo 44 (parte 2)

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La despedida de soltero.

Narra Evangeline:
9:30 pm.

Me moví con tal de sentirlo un poco, las manos ya me dolían de tenerlas estiradas y atadas a las orillas de la cama, pero era lo de menos, en este instante solo quería tenerlo dentro de mí.

Pero se había empeñado en sacarme hasta la última lágrima y robarme todas mis súplicas en vez de hacerlo.

—Por favor— chillé moviendo las caderas— te necesito.

—¿Me necesitas?— su dedo índice acarició mi entrada, pero no lo hundió, solo le gustaba torturarme.

—Sabes que sí.

La cabeza me daba vueltas, el calor se había apoderado de mi cuerpo, quemaba sentir sus manos sobre mi piel y que no hiciera nada, los ojos me pesaban de tanto llorar y la garganta me dolía de gritar y gemir.

—Entonces dime lo que quiero escuchar, no te cuesta nada, nena. ¿Eres mía?

No iba a ceder, no lo diría, era un capricho tonto, mas eso no me haría aceptarlo en voz alta. Le daría todo el poder sobre mí, me haría suya las veces que él quisiera y aunque moría porque así fuera, me gustaba seguir escuchando que él era mío y negarme cuando me preguntaba lo mismo.

—N-no.

—¿No?— no podía verle el rostro, así que imaginé su sonrisa perversa, disfrutaba esto.

—No.

Comenzó a besar mi espalda curvada hasta llegar a mi cuello, su pene quedó contra mi trasero y sus manos atacaron mis pezones, los moldeó y jugueteó con ellos como si les pertenecerían.

—¿Estás segura?— asentí con la mirada nublosa— ¿Esa es tu última palabra?

—Sí.

—Bien— hizo a un lado mi cabello y trazó la cicatriz de mi espalda, abandonó por completo mis pechos y comenzó a reírse— ¿Sabes algo, Evangeline?— hundí el estómago cuando sentí un líquido esparcirse desde atrás hasta mis piernas— Si hay algo peor que no ser follada, es ser follada a medias.

Grité sin vergüenza cuando Mark me penetró, dejé caer la cabeza hacia adelante y cerré los ojos. Sus manos apretaron mis caderas y el cuerpo entero me tembló, sabía lo que venía, me dejaría a medias si no decía en voz alta que era suya.

—¿Mía?

—No.

—¿Eva?— azotó mi nalga con su mano, ganándose otro gemido.

—No, maldito imbécil— me dio más duro, más rápido.

—No me faltes en respeto, Nena, mejor di que eres mía.

—No soy tuya, ni de nadie, Mark. De nadie.

Se sabía esa frase de memoria, ambos la sabíamos, la había repetido una infinidad de veces que ya había perdido la cuenta, simplemente me seguiría negando... o quizá hoy sea un día diferente.

La reina de las constelaciones (bilogía corazón)Where stories live. Discover now