EPÍLOGO

1.2K 121 76
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


—¡Ricci, mire a la cámara!

Angelo giró hacia el camarógrafo y le regaló una sonrisa, alzando su copa de champán en el aire en el momento exacto que el flash se encendió e iluminó los cristales de su gargantilla. Nunca iba a acostumbrarse a toda la atención que recibía desde que el mundo conocía sus obras, y nadando en un mar de personas dispuestas a admirar la técnica de su pincel, Ithuriel era feliz de que las marquesinas fuera de la galería de arte tuviesen su nombre, su nombre artístico, su rostro y la muestra de sus obras.

No estaba más alto, no podía crecer más, pero su rostro se había endurecido solo un poco para que el resto supiese que no tenía veinte años ya, aun así era un ángel digno de admirar con sus rizos acariciándole los hombros y las mejillas siempre iluminadas por el sonrojo, un hombre sumamente hermoso que destacaba entre los ángeles y demonios de sus pinturas.

Las risas de su grupo de amigos le llegaron entre la multitud, los vio reír y tomarse fotos para sus redes mientras él era arrastrado por las personas que buscaban su atención. Alguien estaba preguntando por el significado de su nueva colección, la razón detrás del tema.

Angelo solo pudo sonreír.

—Mi terapeuta dijo que debía pintar para sanar.

Y con eso lo zanjó.

El mundo no lo entendía, tampoco entendería porque Angello Ricci vivia pintando al cielo y al infierno en eternas guerras, a ángeles y demonios enamorados, luchando por salvarse los unos a los otros; jamás entenderían porque nunca permitía que se vendieran los cuadros dónde dos personajes se repetían, cómo si contara una historia eterna que nunca parece acabar. Dios era el enemigo, el empíreo y la corte infernal eran atrocidades, Judas no era más que un problema...pero él era feliz plasmando en arte la forma en la que se vió el sufrimiento hace ya años.

Acarició distraído la copa, importándole poco que calentara el champán, pensaba con la cabeza perdida y se preguntaba si tendría que pasar una noche importante para él solo. Pese a que tenía amigos, sus hermanos orgullosos y felices por él, una vida hecha y derecha, no había nada que extrañarse más que su compañía.

Nada parecía igual sin él, y Angelo no dejaba de soñarle.

Nadie entendería jamás las razones detrás de sus obras, pero sí reconocían que ese ángel protagonista de las aventuras tenía un rostro demasiado parecido al de Angelo Ricci.

Y el del demonio era la única manera que Angelo tenía de no olvidarlo.

¿Dónde estaría ahora? ¿Qué estaría haciendo? ¿Pensaría en él cuándo la soledad se hiciera muy pesada? ¿Lloraría y le añoraría tal y como Angelo lo hacía?

Quería mostrarle sus cuadros. Enseñarle las cosas preciosas que había hecho por y para él, para sí mismo y para el mundo, solo para presumir al hombre que le dio felicidad en sus momentos más oscuros. El universo merecía saberlo.

Como viven los ángelesWhere stories live. Discover now