II. Agnitio

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Esa vez no había vaho saliendo de su boca, y su abrigo descansaba con calma en la mesa de la cafetería

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Esa vez no había vaho saliendo de su boca, y su abrigo descansaba con calma en la mesa de la cafetería. No sobre el suelo de un hotel, ni tenía las rodillas adoloridas. Estaba caliente, pero no de esa forma pecaminosa a la que ya se había acostumbrado, sino gracias a la calefacción del local.

Lo había llevado a comer.

No era nada ostentoso, no era un restaurant caro ni algo lujoso. El hombre lo llevó a Ambrose, una cafetería abierta las veinticuatro horas del centro, una que por la que él mismo había pasado algunas veces a comer. Dentro no le permitió elegir la comida, eligió por él millares de platos que Ithuriel se preguntó cómo diablos se comería sin estallar o si debía pagar después. Aunque claro, sí debía pagarlos después, siempre se pagaba después. No dijo nada mientras comía, el hombre tan solo le observó comer en silencio e Ithuriel no fue capaz de negarse. No comía así desde hace mucho tiempo, hace tiempo no se daba el lujo de comprar comida en Ambrose. Aunque se sentía un poco cohibido, era un local frecuentado por policías gracias a la cercanía con la estación, y ahí se sentía juzgado y en peligro, cómo si esos policías pudiesen ver detrás de su ropa, leerle la mente y descubrir los pecados que cometía.

Aun así no se preocupó en ser delicado, ni mucho menos atractivo. Se llenó la boca de hamburguesas y papas fritas, pasando todo con malteada y luego probando el pollo y los huevos revueltos con bacon que eran un desayuno completo pero aún no era la hora para ello; tan concentrado en comer que no notó cuando el hombre se pidió un café, y luego, recargó su taza un par de veces mientras Ithuriel acababa con los platos.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó éste en algún punto, rompiendo el silencio que reinó entre ambos aunque no fuese uno incómodo. Ithuriel levantó la vista hacia él.

—Soy mayor de edad.

—¿Cuántos años tienes? —repitió, no contento con la respuesta.

—Soy legal si eso le preocupa.

Silencio, el hombre elevó una ceja. Ithuriel tragó una papa frita antes de contestar.

—Diecinueve.

Se vio complacido con eso, la ceja bajó de su posición y el hombre tomó un sorbo de su café antes de continuar. Ithuriel se fijó en sus manos.

—¿Estudias? —el ángel negó —. ¿Solo trabajas en esto?

—No puedo ir a la universidad —confesó, encogiéndose de hombros —. ¿Por qué me trajiste a comer?

Quizás el hombre no esperaba una pregunta de vuelta, Ithuriel se veía tan pequeño y fácil de intimidar, se encogía sobre si cuando alzaba demasiado la voz para proyectarla, así que no, no esperó que éste preguntase algo. Se vio sorprendido.

—Hacía frío en ese callejón, Ithuriel. Y es muy tarde, supuse que tendrías hambre luego de horas en la calle.

—¿Y por qué yo?

Como viven los ángelesWhere stories live. Discover now