XXII. Felicitas

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—¿Estás nervioso?

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—¿Estás nervioso?

Ithuriel se detuvo frente a la vitrina de una panadería, se encogió de hombros por la pregunta de Nikolai al otro lado de la línea telefónica.

—Estoy muerto del miedo —dijo Ithuriel, mirando distraído los bollos y panes. —. ¿Y sí...?

—Y sí nada, mi niño —interrumpió Nikolai —. Lo harás genial. Tienes el talento en ti.

—Son años de práctica.

—No destruyas mi discurso motivacional.

Ithuriel logró sonreír, un soplido se le escapó entre dientes y escuchó que también se la contagió a Nikolai.

—¿Tendré castigo si te sigo destruyendo los discursos? —preguntó en voz baja, ignorando los panes de la vitrina para seguir su camino hacia la universidad.

—No, porque es justamente eso lo que buscas, contrólate.

—Es que me gusta cuando me controlas tú, papi.

En otros tiempos a Ithuriel jamás se le hubiera ocurrido usar aquel mote en público, pese a que la gente no parecía interesada en él, la constante paranoia se lo impedía. Pero desde que estaba con Nikolai la confianza para actuar con él solo iban más y más allá. Adoraba ser un atrevido, adoraba serlo por él. Se sentía libre.

—No me pongas caliente mientras trabajo.

—Que gracioso, esa frase se está haciendo muy común en ti —burló Ithuriel, sus mejillas rojas lo delataban, pero no por ello se detuvo.

Nikolai suspiró.

—Al final del día voy a tener que atarte a la cama y no hacer nada para que aprendas.

—Eso es cruel.

—No tiene que gustarte, mi niño —dijo Nikolai.

Ithuriel negó, mordisqueándose los labios y miró a ambos lados de la calle antes de cruzar. La fachada de la enorme universidad de Rivershire estaba al otro lado, una vieja estructura gótica que hasta el día de hoy mantenía su majestuosidad.

—Yo como castigo para ti voy a colgar —dijo Ithuriel, inflando las mejillas.

—Vas a colgar porque ya llegaste.

—Y porque es tu castigo —repitió el ángel —. Son dos cosas diferentes y no tienen que ver la una con la otra.

—Sí, ajá.

A veces era difícil creerse que tenía esos juegos tan mundanos con él, que Nikolai era un hombre gracioso, entregado y dispuesto a dar amor que Ithuriel soltaba suspiros de enamorado sin cura. Casi parecían normales.

—Recuerda que debes estar listo antes de las cinco. Bañado y hermoso para papi —le dijo Nikolai, Ithuriel asintió. A veces se le olvidaba que hablaban por teléfono.

Como viven los ángelesOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz