V. Mendacium

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Tiró el algodón manchado al cesto de basura cuando cruzó la vereda, toqueteó la marca en su brazo para asegurarse que no salía sangre por el orificio del pinchazo y dobló y desdobló el brazo un montón de veces solo para estar seguro de ello antes ...

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Tiró el algodón manchado al cesto de basura cuando cruzó la vereda, toqueteó la marca en su brazo para asegurarse que no salía sangre por el orificio del pinchazo y dobló y desdobló el brazo un montón de veces solo para estar seguro de ello antes de continuar su camino, cargando cómo podía las bolsas de la compra entre sus manos. Tenía una sonrisa demasiado bobalicona apoderándose de su cara, sus labios aun picaban el beso de despedida y ese pequeño espacio detrás de su oreja aun cosquilleaba por el beso que el hombre le había dado antes de bajarse del auto. Parecía un sueño, si le preguntaban aún era demasiado difícil de creer lo que vivía junto a ese hombre, y solo le había visto un par de veces cuando mucho...

Muchos podrían llamarlo loco por estarse encantando en una persona tan pronto, pero ¿le quedaba de otra a personas como él? Vivian rápido, vivían al día, personas como Ithuriel no podían darse el lujo de esperar que un príncipe azul llegase con el afán de querer cortejarle por meses cuando no tenía ni idea de si sobreviviría esa noche. Podría sonar exagerado, pero...para él no lo era. Esas cosas no le pasaban a personas como él, una historia de amor eran privilegios a los que putos de su calaña no estaban permitidos acceder por mucho que lo deseasen, debía aprender a conformarse con lo poco que tenía. Y si debía aferrarse a una idea que era más una ilusión que una realidad, entonces lo haría si eso significaba mantenerlo cuerdo para continuar con su vida de mierda.

Era un ángel que llevaba alegrías a muchos, pero él jamás la alcanzaba.

Es por ello que ahora se quería permitir sonreír y ser feliz por algo tan simple como eso, cómo el ser llamado "mi niño" o que un hombre como él le permitiese compartir cama al proclamarla de ambos, aunque fuese obvio que esa casa era nueva y comprada (o rentada, quien sabe) solo para los pecados que ahí se comentarían entre un ángel y un demonio. Un ángel corrupto, y un demonio sin nombre.

Nadie saldría herido si Ithuriel se creía que era especial para su demonio, su papi, nada podría salir mal porque él sabía la verdad, que solo era uno más, que solo era un prostituto cumpliendo los sueños perversos de un hombre adulto que seguramente tenía hijos...Ithuriel no era tonto, había visto desde el primer momento la franja clara en el dedo anular del hombre, ahí dónde debería haber un anillo pero que siempre que se juntaban jamás había nada más salvo que una franja de piel que nunca recibía el sol. Y él era feliz así, creyéndose especial, no lastimaba a nadie, no era su culpa que existiesen hombres infieles. Él solo hacia su trabajo.

No se sentía ni un poco culpable, ese límite ya lo había dejado atrás. Tenía que hacerlo...si sentía culpa, no podría disfrutar del dinero que se ganaba sacrificándose, no podría llevar con orgullo las bolsas que ahora llevaba rumbo a casa; y muy dentro de él, sabía que la culpa no le permitiría sentirse contento cuando, esa mañana en el doctor junto al hombre, éste solo lo presentó cómo "su niño". El doctor no hizo preguntas, tampoco soltó el nombre o algo remotamente parecido del hombre. Aún no tenía nada sobre él.

Como viven los ángelesWhere stories live. Discover now