96. Día tras otro

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Mañana te despertaré despacito.

Para no perderme la aurora de tu mirada.

La que incendia al sol cada mañana.

Ligerita como los gatos te escabulles de entre mis brazos.

Así comienza mi día, cargado de la adrenalina cuando dejas mi pecho vacio.

Quedo a la deriva buscando en el mundo el aroma de tu cabello.

Porque todo lo bueno huele a ti.

Así pasan las horas inocentes de tu ausencia.

Preguntándome en reclamo por tu eterna sonrisa.

La que aun sin dibujarse en tus labios se ve en tu mirada.

Se siente en tu caminar.

En cada palabra que dibujas.

En cada sueño que me robas.

Ayúdame.

Ayúdame a llegar a la noche donde sigo de pie para ti.

Esperando para llevarte rendida hasta tus sueños.

Para protegerte de nuevo enlazada entre mis brazos.

Donde tu corazón desde mi pecho canta solo para ti.

Porque no hay lugar que sostenga tu carga como yo.

Que sepa hacerla suya como lo asumí yo hace mucho.

Que comprenda que tus silencios están llenos de miles de posibilidades.

Posibilidades que solo esperan que desnude las preocupaciones de su interior.

Para hacerlas nada con el calor de mi sonrisa.

La misma que te dice que todo estará bien.

La que te despierta cada mañana y te bendice todas las noches.

Porque mi sonrisa se hizo bendición desde que descubrió la tuya.

Porque borra todo mi pesar y se adjudica tus penas.

Mañana te despertaré despacito.

Para vivir todo de nuevo.

Para alargar tu calorcito en mi pecho.

Para que se muera de envidia el mundo entero.

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