Epílogo

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Dedicado a ti, que sabes querer bonito, gracias por esa manera que querer.


Los sábados tenían sabor a casa, a familia, sabor a besos en la frente, esos que dicen "te tengo", algunos domingos en cambio; sabían a besos robados y piernas enredadas bajo las mantas, susurros llenos de promesas y sonidos de un amor incontenible. Los lunes comenzaban con dos cuerpos tibios calentándose suavemente en los brazos del otro y manos que tocaban los puntos exactos para que los fuegos artificiales explotaran, el resto de la semana se deleitaban con labios dulces que procuraban abarcar tanto como era posible, mañanas de pasitos presurosos para terminar de dormir en otra cama, olor a té recién hecho y un par de castañitos que exigían mimos.

Desde que volvieron a Londres, hace poco más de un año atrás; dejaban que los días transcurrieran sin prisa, simplemente se dieron permiso de disfrutar la vida, con sus lluvias y sus días soleados.

—¿Amor?

Louis había despertado cuando sintió el frío en su cama, buscó a tientas en el lado izquierdo de la cama no lo encontró. Caminó hacia la habitación de Ted y lo halló. Harry estaba sentado junto a su hijo, en absoluto silencio.

—Aquí.

A Harry todavía le costaba aceptar todo lo maravillosa que era su vida, durante las primeras noches se quedaba despierto, solo contemplando a su pequeña familia. Era tan difícil creer que fuera real, deambulaba entre la habitación de su hijo y la que compartía con Louis. Se sentaba por horas solo mirando, procesando y aceptando la que ahora era su nueva vida.

—Hola Cariño, desperté y no estabas allí, —Louis se acercó por detrás y le rodeó con sus brazos, sus manos pasearon sobre el pecho de Harry y de inmediato su aroma se mezcló entre las telas de sus pijamas —te extrañé, por eso vine a buscarte ¿querrías volver conmigo a la cama?

Harry atrapó sus manos e inclinó su cabeza para recostarla sobre el hombro de Louis, cerró sus ojos y se concentró en sentir toda su corporeidad.

—¿Estás aquí? —la pregunta de Harry era recurrente, pasadas las horas de madrugada cuando le era imposible dormir, todavía tenía miedo de despertar un día y ver que solo los había imaginado, secuelas de un pasado atroz —¿De verdad estás aquí? ¿No eres producto de mi imaginación?

Quizás las personas se enamoran de la mejor versión de otros, pero de las heridas, las tristezas y de los momentos malos pocos quieren saber. Sin embargo, Louis era la excepción a la regla, conocía el corazón de Harry, sabía que por algunos días volvía a caer, y entonces lo buscaba en la recámara de Ted o en el sofá frente a su propia cama, como en ese momento.

—¿Puedes escuchar mi voz? —le susurró sobre el oído, le rodeó hasta quedar frente a él y se sentó en su regazo, unió sus frentes mientras sus manos jugaban con su cabello, eso era todo lo que Harry necesitaba para respirar mejor —Tócame, ¿sientes mis latidos? Estoy aquí, Amor —cuando una exhalación pesada fue expulsada por el ojiverde, lo besó con lentitud, bebiendo de sus labios cada miedo y transformándolo en valentía —Me encantas Harry, tan jodidamente me encantas y te amo tanto que; mantengo al dragón afuera por si quieres escapar.

La broma era solo un punzón para romper el miedo de Harry. Louis sabía que no sólo serían sonrisas y brillo, porque a veces el pasado volvía y Harry se no la pasaba bien, las culpas reverdecían y casi sangraban de nuevo pero; entonces bastaba con respirar cerca de Louis y entrelazar sus manos para saber que estarían bien.

Aquella fragancia familiar se colaba de nuevo en su pecho y el apretón que su mano le daba a la suya, era suficiente para recordarse que no estaba solo, que ningún monstruo saldría debajo de su cama porque ésos aparecían únicamente allá, en su antigua soledad y no lo estaba más, a su lado tenía un hombre cuya alma era de acero inoxidable con trozos de azúcar tostada, un hombre que se había enfrentado a muchos adversarios en el camino, incluso más grandes que él mismo pero los había vencido a todos.

"Amarte es el antídoto"Where stories live. Discover now