Soltó un corto jadeo en cuanto separaron con la intención de retomar aire, echando en falta ya la lengua de Marseus dentro de su boca, sin darse cuenta aún de los rastros de humedad perlados entre los labios de ambos. Exhalaron continuamente sin dejar de mirarse, mientras pequeñas sonrisas se asomaban en los dos, casi con la confianza de haberse tenido así en muchas ocasiones, a pesar de ser la primera. Tal vez, era el hecho de que siempre se habían pertenecido, y al fin podían reclamarse.

Lyn terminó de desabrochar lo que le quedaba de la camisa del capitán, y no demoró más tiempo en sentir su piel con sus dedos, empezando a recorrer con ellos lo que más alcanzaba. Al mismo tiempo, Marseus tomó los muslos del rey para separarlos muy lento, y hacerse lugar entre ellos.

Solo un instante después, volvieron a devorar los labios del otro sin que nada más importara, sabiendo perfectamente lo que querían y dispuestos a otorgarlo. Incluso cuando respirar se volvía imposible para Lyn, y todos sus latidos le pertenecían al capitán, no hizo más que soltar un leve jadeo en cuanto este mordió su labio inferior, jalándolo solo un poquito mientras lo miraba con la intención de ir por más.

Al soltarlo, tomó el mentón del pelirrojo y lo alzó para hacerse un espacio hacia su cuello y empezar a dejar besos muy suaves en este. Poco a poco, estos se volvieron más húmedos y hambrientos, y su capacidad para detenerse o controlarse mermaba con cada jadeo contenido que le arrancaba a Lyn.

Este se aferró aún más al cuerpo del capitán con sus brazos, permitiéndole seguir con cada beso y pequeño mordisco, sintiendo que podría llamar ese, el momento más feliz de toda su vida.

Quizás era demasiado bueno para ser real. Quizás, solo estaba soñando porque había perdido para siempre a Marseus y la añoranza lo enloquecía. Y quizás, si aquello era real, no se lo merecía en absoluto.

No, por favor...

Quiso deshacerse de cualquier pensamiento que lo llevara a arruinar las cosas aún más, pero ya era demasiado tarde. Cada beso que recibía, cada gemido que pronunciaba, empezaba a llenarlo de culpa, y era malditamente contradictorio, porque se sentía demasiado bien, y a la vez, le provocaba el dolor propio de las equivocaciones.

«Maldita sea, ¿no podemos terminar de hacerlo, y sentirme culpable después?», quiso reclamarse a sí mismo, pero sabía que no podía ser tan egoísta, y si podía evitar lastimar a Marseus más de lo necesario, debía detenerse en ese momento.

Reunió la fuerza de voluntad para intentar apartarse él mismo, y también, colocar su mano para apartar un poco al capitán.

—¿Qué pasa, amor? —ronroneó él, aún dejando pequeños besos en su mandíbula hasta subir a su mejilla y luego mirarlo con tanta dulzura.

Y eso solo lo hacía peor, junto con la nueva manera en que acababa de llamarlo.

No sabía ni qué decir...

Al percibirlo, Marseus trató de alejarse para darle su espacio y calmarse él mismo también.

—¿Estás bien, Lyn? —preguntó preocupado—. Ey, si no te sientes listo para hacerlo aún, está bien. Puedo esperar. No voy a presionarte...

—¡No es eso!, de verdad que me muero de ganas de hacerlo... —respondió el pelirrojo, incapaz de corresponderle la mirada en ese momento.

—¿Y entonces...?

Marseus no quería mentirse a sí mismo, porque de verdad empezaba a temer que Lyn volviera a echarse atrás.

Incluso si no quería decirlo, con su mirada suplicaba una sola cosa:

«Por favor, Lyn, ya no me lastimes más...»

No obstante, quiso esperar a que dijera lo que tenía que decir... y trató de prepararse mentalmente para cualquier posible daño.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now