CAPÍTULO 22

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¿Qué diablos es lo que me sucede? Mi determinación se ve mermada cuando me acerco a él. Sí, la paz que emana es embriagadora, no lo niego. Pero necesito saber de dónde surge ese batiburrillo de sentimientos que despierta en mí cada vez que lo siento cerca. Pues son tantos que casi podrían pertenecer a los de una vida entera. Confianza, pasión, miedo, amor... Tantos... ¿Será por algún tipo de conexión que desconozco entre su tiempo y el mío? ¿Puede ser que en una de mis largas premoniciones viajando a través de los ojos de otros lo haya visto allá en el futuro? No logro comprenderlo, pero si esto sigue así, me voy a volver loca. Loca por... él...

Diario

***

—¿Qué escribes?

Samantha, que tomaba asiento en soledad sobre una roca, introdujo el pequeño manuscrito bajo su capa. No contestó de inmediato a aquella pregunta. 

—No es asunto tuyo, Jhon —suspiró, perdiendo la mirada en el bello horizonte—. No es asunto de nadie...

El hombretón asintió sonrisa en rostro, cruzó los brazos y comenzó a observar cuanto lo rodeaba. Cerión y Lalah se aproximaban en la distancia, parecía innato en ellos el reconocer el terreno. La pantera, tan imponente como oscura, estiró la espalda junto a ellos y propuso proseguir.

—Debemos continuar.

La mujer gnomo levantó el polvo tras de sí al llegar, con el rostro impregnado de asombro, seguida por una segunda estela polvorienta.

—Traigo información del bosque del Olvido.

—¿Has ido y has vuelto en este tiempo? —preguntó Jhon aun asombrado por las cualidades de aquella pequeña.

Lalah sonrió en toda su plenitud.

—Por supuesto, Jhon. ¿Acaso lo dudabas? Y por cierto, mirad a quien he traído conmigo.

Junto a ella, otro ser tan similar que casi se diría que era ella misma, los saludó con una reverencia, tan sonriente si cabe como su igual, pero con un brillo profundo en sus pequeños ojos. Uno que hablaba de una larga y profunda sabiduría.

—Todas están llegando al punto de encuentro —dijo aquella otra gnomo, que terminó por referirse a la felina—: Y Kina, Bondo aconseja que no os retraséis, que necesitan conocer más detalles sobre quien posee el anillo de los dioses.

Jhon, con miles de preguntas surcando su cabeza, miraba a una mujer y a la otra, sin saber qué decir. 

—¿Qué... significa esto?

Lalah miró con aquella sonrisa eterna hacia su igual, y luego contestó al humano ante ella.

—Algún día, si el gran Árbol de la Vida así me lo permite, mi alma formará parte de ella a la espera del gran final. ¿No es bello que haya tenido la oportunidad de conocerla en persona?

Jhon alzó anonadado la comisura del labio, tratando de encajar esa difícil pieza en el rompecabezas que era ahora su comprensión de la vida, preguntándose si el haber encontrado aquellos secretos del mundo era el tesoro que él mismo se prometió. Entonces la voz de Cerión sonó en una pregunta siniestra.

—¿Qué... es eso que se acerca?

Samantha se puso en pie de inmediato, sus ojos plata en dirección al sur. La ola de polvo que se aproximaba por la extensa sabana dejaba ver tras de sí algo que la hizo estremecerse.

—Las brumas... —dijo en un hilo de voz—. El portal... ¡Han abierto ya el portal! ¡Nos atacan!

—Iré a ver —dijo Lalah.

—Te sigo —desapareció tras ella el alma totémica de las gnomos.  

Jhon, con los nervios mordiendo en sus entrañas, miró al sur con el temor de no saber qué hacer. ¿Y si de verdad eran esos monstruos de nuevo? ¿Y si esta vez no eran capaces de soportar el ataque? Morir no entraba en sus planes, desde luego.

—Huyamos al bosque —instó—. Sin apoyo no tendremos posibilidades ante esas bestias.

Kina miró nerviosa hacia todas partes, tratando de imaginar qué estaba sucediendo. Pero para cuando quiso darse cuenta, Lalah y su alma totémica ya habían regresado, con rostros pálidos, anegados por el temor.

—Son muchos —dijo una.

—Y se expanden como una plaga —advirtió la otra.

—Habrá que luchar —gruñó el centauro, alzando su arco, comprobando que apenas le quedaban ya flechas.

—Pero hay algo extraño en su comportamiento.

Ante el inciso de Lalah, Samantha quiso saber a qué se refería.

—¿Algo extraño?

—Sí. No luchan. No han peleado contra quienes han ofrecido resistencia por lo que hemos podido ver. Solo corren. Corren y corren, como una honda expansiva que recorre la sabana.

«¿Solo corren? —se preguntó la hechicera—. ¿Acaso buscan algo? Debe ser eso. ¿O quizá no quieren dañar al que será su futuro ejército? Madelane... ¿Qué estás tramando?».

La ola de polvo se fue aproximando con un sonido aterrador retumbando en el firme, como un tsunami de bestias y garras devastador. Cerión pudo al fin divisar la marea de diablos y tensó su arco. Sabía que de poco serviría, pero si había que morir luchando, que así fuese.

—Es un suicidio quedarse aquí y luchar —advirtió Jhon, que también podía ver ya a esos monstruos—. Nunca me he amedrentado ante una batalla, pero luchar en una que está perdida de antemano no es precisamente un signo de inteligencia.

—Es una sola oleada, y se abren en abanico —dijo Samantha casi para sí, viendo como a medida que avanzaban algunos de aquellos diablos daban media vuelta y regresaban al punto de partida—. ¡Su intención no es luchar, están buscando algo!

—¿Y eso que más da? —protestó el hombretón—. En cuanto pasen por aquí nos arrasarán como a meros insectos. Si Cerión no dispone de sus flechas ni tú de tu magia, no tendremos posibilidad alguna.

—¿Quién ha dicho que yo no disponga de mi magia?

La tierra temblaba cada vez más, el galope de las bestias, más presente a cada segundo que pasaba.

—Dijiste que no podías abrir tus preciados portales.

—Dije —gruñó la hechicera mirando a la marabunta que se aproximaba— que no podía abrir uno al exterior. Pero nunca que aquí no pudiera llamar a los elementos.

Los labios de la bruja se movieron susurrantes, pronunciando palabras incomprensibles. El suelo tembló con más violencia de la que aquellos monstruos pudieran ocasionar y, como si de un muro se tratara, un muro se alzó frente a ella con el crujir de la tierra, salpicando rocas, rugiendo como un desastre de la naturaleza.

Jhon cayó de culo, miró a la hechicera allí de pie.

«Es... Es increíblemente poderosa...».

La muralla se extendió de este a oeste, separando la sabana en dos mundos, conteniendo el azote de las bestias como un dique las olas del mar.

—¡Así no los detendremos! —se hizo oír el centauro sobre el sonido de la tierra al romperse.

—No es mi intención retenerlos —gruñó Samantha rozando el susurro, enseñando los dientes con labios retraídos.

***

NOTA: ¡Empieza la batalla!

SAMANTHA y la reliquia prohibidaWhere stories live. Discover now