CAPÍTULO 7

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La suave brisa de la noche era fresca, y el cántico de los grillos había sustituido, como bien agradecía Samantha, a los martillazos y voceríos de los esclavos. La luna era solo un resquicio de luz en el cielo y el encargado de prender las farolas de aceite ya hacía rato que había hecho su trabajo. Las calles, un desierto inhabitado y plagado de sombras.

—¿Y este es tu plan? ¿Preguntar a un viejo cualquiera y husmear un rato durante la misa? —preguntó en un susurro Samantha, agazapada junto a Jhon tras un seto del jardín trasero de la catedral—. No hemos visto nada al entrar ahí más que la dichosa iglesia cerrada a cal y canto en su interior. Y con respecto a lo que te contó el viejo... Por cómo miraba tu moneda de oro se diría que era capaz de decirte cualquier cosa que quisieras.

El hombretón, cubierto con una capa oscura, sonrió bajo las sombras que le concedía su capucha.

—No te preocupes, Sam, tengo cierta costumbre de tratar con mentirosos.

—Te dije que mi nombre es Samantha, Jhonatan. Ten cuidado con las libertades que te tomas.

Él sonrió más amplio aún.

—Y yo te he dicho que puedes llamarme Jhon.

—¿A qué te refieres con eso que has dicho? ¿Crees que el tendero nos ha mentido?

—Mi instinto no suele fallarme. Y creo que ha dicho lo poco que sabe. Lo cuál es más que suficiente para saber que lo que andas buscando puede estar ahí adentro, y que no será fácil acceder si no tenemos cuidado.

—Entonces, ¿cuál es tu plan? —refunfuñó—. ¿Entrar a ciegas y punto? Eso puedo hacerlo yo por mí misma y sin tu ayuda.

—Pero querías discreción, ¿no es así? Una mujer sola no habría podido sacar esa información, por mucho que te moleste. Y lo importante es que, al parecer, sí que han traído algo a este lugar y que sigue ahí dentro. El nerviosismo por parte del Sanctum en este punto en concreto significa que están protegiendo algo. Y supongo que se trata de eso que dijiste que andas buscando. Así que solo es cuestión de echar un vistazo, tantear el terreno y levárnoslo. —La miró y habló con sorna—. Y supongo que una bruja tirando abajo la segunda gran catedral de la religión más poderosa de Erindorn no es la mejor imagen para las tuyas. ¿Cierto?

Samantha clavó en él una silenciosa mirada con un coro de grillos de fondo. Una extraña sensación, aquella que ya la embargara cuando lo viera por primera vez, la invadió de pronto al sentir tan de cerca cierto aroma a sal en la barba de aquel hombretón. ¿Anhelo?

—¿Estás bien? —preguntó él al sentirla estremecerse.

Los pasos de los guardias llamaron su atención y ambos se arrejuntaron más. Él miró con cautela por encima del seto. Ella, lo miró a él con un profundo escalofrío.

«¿Qué diablos me pasa? ¿De dónde viene esta extraña sensación?»

—Bien, ya se han marchado —susurró Jhon—. Es nuestro turno. —Con un ademán de cabeza indicó a los altos tejados en obras—. Dijiste que tienes la forma de alcanzarlo sin hacer ruido. Pues adelante, hechicera. Esperaré aquí hasta que encuentres alguna cuerda que lanzarme. 

—No tienes por qué entrar ahí conmigo, ya has hecho suficiente.

—¿Y perderme lo divertido? No, señorita. Encontrar tesoros es mi especialidad.

Ella frunció la mirada, vio la decisión impregnando aquellos ojos azules como el mar profundo.

—¿A qué te refieres?

—No tenemos toda la noche, Sam. Ya habrá tiempo de hablar.

Y tras un corto silencio, Samantha asintió.

SAMANTHA y la reliquia prohibidaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora