Las lágrimas jamás se detuvieron, las náuseas tampoco, ni siquiera aquella noche de navidad, cuándo faltando quizá diez minutos para noche buena, llamé a mi madre escondida en uno de los tantos baños del lugar, la llamé en medio de llanto y terror.

La llamé pese a la discusión que tuvimos horas atrás cuando ella me prohibió salir a buscar a Tristán y yo la ignoré.

—¿Hija? —había preguntado ella nerviosa, respondiendo al primer tono.

—M-mami —sollocé y me senté en el piso de aquel horroroso baño, tragándome el dolor.

—¿Francheska? ¿Hija? —el miedo llenó su voz— ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? ¿Por qué lloras?

La música estaba muy alta, había cientos de personas afuera y pese al bullicio, yo pude escuchar el retumbar de mi aterrado corazón.

—Mamá, ayúdame —pedí sin poder controlarme— mamá, por favor.

Mi madre preguntó muchas cosas de manera histérica, preguntó donde estaba yo y dijo algo sobre que la esperara donde estaba encerrada. Me pidió a que esperara a por ella, me prometió que todo estaría bien, mamá dijo que todo estaba bien y...

Si mamá decía que todo se hallaba bien, así sería, mi madre siempre tenía razón y yo la necesitaba, la necesitaba tanto que no pude dejar de llorar en ese momento.

—No me cuelgues, mi vida —pidió ella— ya voy en el auto, está bien, estaré ahí, todo está bien.

Estaba histérica por algo, pero no podía recordar porque, el pasillo, la habitación, las voces, los olores...

—Háblame, Francheska —pidió mi madre tensamente— no dejes de hablarme, hija.

Cerré los ojos y abracé mis piernas con una mano.

—P-perdón mami —susurré— perdóname por como te traté, es que...

—Está bien, está bien —aseguró amablemente— todo estará bien, ya estoy llegando por ti y solucionaremos esto, quizás te darás una ducha caliente y yo prepararé algo de cenar para las dos y pasaremos noche buena juntas —aseguró— y abrirás tus regalos y... Estoy aquí, hija, no hay que temer, no estás sola.

Sequé mis lágrimas con mano temblorosa.

—Olvidé comprarte un regalo.

Había estado tan dolida y destruida por el abandono de Tristán, que había dejado el resto atrás, incluso a mi madre.

—No necesito más regalo que tú, hija —dijo— no pasa nada, que estés bien es todo lo que quiero.

Tragué con fuerza.

—Mami...

Guardé silencio y deseé decirle que lamentaba haber dicho que con un padre hubiera sido más feliz que con solo una madre.

Mamá jamás mereció tal cosa de mí, jamás.

—Ya estoy llegando, solo dame cinco minutos, no salgas del baño, quédate ahí.

Todo estuvo en silencio por un momento, pero yo sabía que mi madre continuaba ahí, ella siempre estaba ahí para mí sin importar cuantas veces la hice sentir menos con mis comentarios y deseos.

Ella estaba ahí.

Jamás se iría y...

Solo quería abrazarla y borrar aquella noche de mi cabeza, realmente necesitaba hacerlo porque iba a romperme en dos de una manera que ya no habría marcha atrás para nadie.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora