CAPÍTULO 36

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Juntos.

Abro los ojos lentamente, intentando acostumbrarme a los rayos de sol que se inmiscuían en la habitación, de lo primero que caigo en cuenta es de la posición en la que nos encontramos el italiano y yo. Estoy en una especie de celda humana, sus piernas están enroscadas con las mías, sus brazos me rodean y me apegan fuertemente contra su pecho, mientras que su cabeza descansa en el hueco de mi cuello.

La sensación que me abarca es tan placentera que decido no moverme y seguir disfrutando del calor que Massimo me proveía, me sentía como en casa, y aun no sé cómo es que el insoportable italiano que tenía como compañero ha calado tanto en mí.

Me quedo por varios segundos en la misma posición, sintiéndome feliz y plena, hasta que mi mente me juega en contra, y los recuerdos de Dalton llegan a mi mente, la manera en cómo me abrazaba y me besaba, era muy similar a la de italiano, cada vez que estaba en sus brazos me sentía segura, pero todo se derrumbó cuando me entrego a su familia, a su padre. La crueldad con la que me miro y la sonrisa soberbia que tenía cuando dijo que él fue el único que pudo domar a Tasha Black, permanecían pasmadas en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez, haciéndome revivir los meses más duros de mi vida. Los meses en los que me golpeaban sin pudor, en los que me metían y sacaban por horas en tambores de agua helada para que suelte información, cuando me colgaban boca abajo por horas por desobediente, cuando me sometían a choques eléctricos porque ni cortándome un miembro de cuerpo diría nada, o cuando me ataron a una cruz, desnuda y con frio en medio de la noche para que los hombres del clan me escupieran y manosearan.

Todo lo que luche para superar en estos últimos cinco años se repetía en mi mente, atormentándome de nuevo, logrando que tema volver a pasar por lo mismo con el hombre que está logrando ganarse mi corazón de nuevo.

Me libero de su agarre delicadamente, intentando no despertarlo, cosa que logro luego de unos segundos, las lágrimas que tanto intente retener se desbordaron cuando ingrese al sanitario, mi pecho se comprimía de dolor y mis piernas temblaban, rememorando cuando sufría episodios de pánico todas las noches.

Mis manos temblaban, al igual que todo mi cuerpo, mientras me hacía un ovillo en la esquina de baño, para dejar que todas las lágrimas y sollozos que estaba reteniendo salieran, inundando todo el cuarto con el dolor que sentía, el dolor que me había provocado la única persona a la cual le había entregado mi corazón, ese dolor que no quería volver a sentir nunca más, pero que mi mente insistía en volver a rememorar.

Estaba tan dañada que no podía creer que alguien este logrando revivir los sentimientos que había desterrado, los sentimientos que me habían destruido por completo. Estaba tan destruida que no creía que alguna vez alguien podría amarme.

Y ahora que puedo volver a experimentar algo que me hace feliz mi mente vuelve para destruirme, para joderme, porque eso es lo que siempre he hecho, autodestruirme; y no podía permitirme destruir a otra persona en el camino, porque él no se lo merecía, él no me merecía.

Los sollozos que brotaban de mi garganta eran cada vez más ruidosos, y no podía acallarlos por más de que lo intentara con todas mis fuerzas.

Los recuerdos se proyectaban en mi mente en ráfagas, haciéndome recordar cada momento en los que estuve a punto de rendirme y dejarme derrotar.

—Tasha, ¿estás ahí? —escucho la voz del italiano al otro lado de la puerta—. Tasha, ¿qué sucede? ¿Por qué parece que estas llorando? —vuelve a sondear al no recibir respuesta.

No puedo responderle, simplemente no puedo hablar.

—Tasha, ¿Qué sucede? Háblame por favor, sé que estás ahí—pide y la desesperación es notable en su voz.

Al límiteWhere stories live. Discover now