CAPÍTULO 21

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Suposiciones.

Ferrara se encontraba al volante, conduciendo como un puto loco para llegar lo antes posible al refinado spa en donde se encontraba la esposa de Kohl. La idea era entrar como una simple civil al spa y vigilarla desde allí e intentar entablar alguna conversación con ella y seguirla.

Minutos después de viaje llegamos al lugar, Ferrara aparco el vehiculo a una distancia bastante discreta del lugar y poso su mirada verdosa en mí.

—Es hora—solté mientras me desabrochaba el cinturón para tomar mi bolso.

—¿Tienes tu móvil? —inquirió Massimo observándome fijamente.

—Lo tengo, te avisare si hay algún movimiento, quédate al pendiente. Si notas que sale apresuradamente síguela, no me esperes. Ya luego veré yo como me devuelvo al depósito, ¿bien?

—Bien.

—Genial, me voy—le aviso abriendo la puerta del vehiculo para bajar de este y cerrarla, caminando hacia la entrada del spa. Me coloco los lentes de sol en el camino para no dejar tan al descubierto mi rostro. Me adentre al spa fijando la mirada en la esposa de Kohl, una rubia que lucía bastante joven y pulcra, una mujer le estaba realizando la manicura, por lo que no pensaba perder la oportunidad de acercármele, al percatarse de mi presencia una de las dependientas del local se me acerco rápidamente para atenderme.

—Buenas tardes, ¿en qué podemos servirle?

—Buenas tardes, me gustaría hacerme la manicura—respondí esbozando una sonrisa amable.

—Genial, puede pasar a tomar asiento allí—dijo la mujer señalando el sillón que se encontraba al lado de la esposa de Kohl.

¡Bingo!

—Bien, gracias—dije lo último para dirigirme hacia el lugar, la esposa del magnate se encontraba tomando un café helado mientras le hacían la manicura en la otra mano libre. Estaba recostada en el sillón con el rostro serio e impasible.

Tome asiento a su lado para acomodarme en el sillón sin antes saludar.

—Buenas tardes—saludé amable dirigiéndome hacia la esposa del alemán y la empleada que la estaba atendiendo.

—Buenas tardes, señorita—respondió la manicurista, excepto la rubia platinada quien me había ignorado por completo. Tenía que esforzarme más para llamar su jodida atención.

Otra manicurista se acercó tomando asiento frente a mi desplegando una pequeña mesa junto con los distintos esmaltes y diseños plasmados en uñas postizas.

—¿Qué estaría deseando que le hagamos? —inquirió la mujer.

—Me gustaría algo sencillo y no tan llamativo, algo como este—señalé un diseño bastante bonito que consistía en dibujos de margaritas sobre una base rosa pálida.

—Bien, ¿no lo quiere acompañar con algún color más llamativo?, como este amarillo para el dedo anular, creo que quedaría bastante bonito—sugirió señalando el esmalte dándome una idea genial.

—Es muy bonito, pero no creo que a mi marido le guste. No le gusta que porte cosas muy llamativas, y el color amarillo sí que lo es—explique intentando sonar apenada y cohibida.

La esposa de Kohl abrió sus ojos para erguirse y posar su mirada azulada en mí, al parecer el truco de la esposa sometida ha funcionado.

Genial.

—Creo que deberías usarlo, nadie puede decirte como vestir o qué clase de colores utilizar—soltó la rubia tajante.

—¿Usted cree? —le pregunto mirándola fijamente, irguiéndome en el asiento—. No quiero hacerlo enojar, ya me lo ha advertido muchas veces. Con decirte que una vez que me había puesto un vestido fucsia y se puso furioso que hasta lo corto en pedazos—relaté afligida ganándome toda su atención.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora