CAPÍTULO 25

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Únicos. 

Abro los ojos al sentir los molestos rayos de sol atravesar las cortinas, el olor a cierta persona invade mis fosas nasales, haciendo que sonría inconscientemente y me apegue más a él.

Mi mejilla esta sobre su pecho descubierto y uno de mis brazos rodea su torso, nuestras piernas están enredadas entre si y puedo sentirme plena. Siento como se intensifica su agarre en mi cintura y me apega más a él, girándose para quedar cara a cara; sus impresionantes ojos verdes me escrutan y me observan con dulzura plasmada en sus orbes. Una sonrisa cálida se le escapa y pasa sus dedos por mis mejillas sin dejar de mirarme como si fuera un espectáculo único.

—Buenos días—es lo único que se me ocurre decirle al verlo tan concentrado repasando las facciones de mi rostro, como si quisiera memorizarlas.

—Buenos días—responde a mi saludo depositando un beso en mi frente. Mi estómago se remueve e intento sostener el atisbo de sonrisa que se asoma por mi rostro, pero no puedo evitarlo y termino sonriéndole como una idiota.

—¿Cómo has dormido? —pregunta.

—Ha estado bien—bromeo a lo que el italiano enarca una ceja, incrédulo.

—¿Solo bien? —cuestiona fingiendo estar ofendido.

—Solo bromeo, he dormido mejor que nunca—me a sincero y mi compañero me dedica una de esas sonrisas que te dejan al borde del colapso.

—Me alegro.

—Y tú, ¿Cómo has dormido?—le hago la misma pregunta ladeando la cabeza levemente hacia su dirección.

—Mejor que nunca—imita mi respuesta—, debo admitir que me gusta tenerte sobre mí—una sonrisa pícara se plasma en sus labios haciendo que mi pulso se acelere.

Jodidas hormonas.

Mi boca se abre para replicar, pero el sonido de mi móvil me interrumpe haciendo que fije la mirada en mi bolso que se encuentra tirado en el suelo.

—Debo contestar—le digo e intento moverme, pero me lo impide aprisionándome entre sus brazos.

—Luego, estoy muy cómodo así—manifiesta pegando mi rostro a su cuello, inundando mis fosas nasales con su aroma.

—De seguro es importante, debo ver quién es.

—Bien—se rinde y me suelta lo que aprovecho para levantarme. Al percatarme de mi desnudez tomo la camisa del italiano que se encuentra en el borde de la cama, rápidamente me la abotono y camino hacia donde se encuentra mi bolso bajo la atenta mirada de mi compañero.

Al extraer mi móvil del bolso este deja de sonar, pero puedo visualizar que las llamadas han sido de Thatcher.

Joder, Thatcher llegaría hoy.

Rápidamente le devuelvo la llamada, a lo que él contesta al instante.

—Thatch.

—Tasha, ¿Dónde estás? Estoy en la central y no hay rastros de ti.

Mierda.

—He tenido un percance con mi alarma, ya estoy en camino—me excuso y recibo una mirada burlona de Ferrara.

—Bien, no tardes—al escuchar lo último finalizo la llamada y pongo mi atención en Massimo.

Tenemos que ir ya para la central, Thatcher ya ha llegado—le aviso, a lo que él asiente y salgo de su habitación a paso rápido para adentrarme a la mía y darme una ducha que no dura más de cinco minutos.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora