—Está bien. Buena suerte, Vega.

Rygel gruñó apenitas, cosa que Elyon no dejó pasar mientras despedía a su compañera.

—Si estás aquí con vida, es únicamente por orden de Marseus, pero en lo que a mí respecta, los odio todos ustedes, y en especial, a ti y a tu rey —espetó el guardián rubio, y antes de que pudiera responderle, este volvió junto a Andrómeda.

Elyon suspiró, consciente de que todavía no se había disculpado por su error, y que no iba a ser tan fácil volver a ganar la confianza de sus aliados, pero daría su mejor esfuerzo en que creyeran de nuevo en él y su reino.

—¿Te trataron bien en todo el camino? —preguntó en un murmullo a la bruja, sin dejar de mirar en forma despectiva al guardián de Wölcenn.

Andrómeda rio.

—¡Claro que sí!, ¿por qué te preocupas tanto?

—Eres mi nassein, por supuesto que debo preocuparme —respondió el chico de manera firme, pero Andrómeda se separó, un poco sorprendida—. ¿Qué? ¿Acaso no soy nassein para ti? —inquirió, ofendido.

—Eh... —La bruja miró hacia sus lados, esperando algún tipo de salvación—. Bueno, Rygel, somos amigos y la mayor parte del tiempo me agradas, pero nassein-nassein, pues...

—¡Qué malagradecida eres! Y yo que te cuidé desde que llegaste a la isla...

—¡Tampoco es que necesitara mucho cuidado!, no exageres —bufó Andrómeda, y se acercó un poco más al guardián, mirando de soslayo a Elyon—. Ey, no vayas a ser muy pesado tampoco, creo que está atravesando una ruptura...

Confundido, Rygel miró también a Elyon, y antes de ser atrapado por este, se regresó muy rápido hacia su compañera.

—¿Y eso a mí qué?

Andrómeda bufó, al tiempo en que giraba los ojos. Sabía que pedirle empatía sería demasiado.

—No es de sorprender que vayas a morir solo...

—¿¡Disculpa!? —vociferó el rubio ofendido, y dejó escapar una risa áspera—. No me interesa nadie en este momento, y puedo ser muy encantador si quiero. ¿Lo sabías?

—¿Con quién? ¿Con las algas marinas? —La bruja se cruzó de brazos, y decidió que era mejor no seguir aquella discusión—. Olvídalo. Voy a quedarme en la cabina principal, por si acaso.

—Como sea...

***

A pesar del sol sobre su cabello, la brisa marina dejaba una extraña sensación en Lyn que se asemejaba más a un escalofrío.

No se había movido de la proa desde que la flota partió de Isla Balnic, y no dejaba de mirar al horizonte con incertidumbre, pero ningún pensamiento en su mente terminaba de formularse por completo.

—¿Estás nervioso? —Escuchó a Marseus detrás de él. Por lo cercana que ya sentía su voz, no tuvo la necesidad de voltear, y le agradó tener su compañía.

—Sí, pero no por lo que sucederá... —Intentó explicar, aún pensativo—. Más bien por todo lo que ha cambiado para mí.

Se percató entonces que era debido a ello la sensación tan rara que lo apesadumbraba. El mar y la brisa no le habían sido familiares nunca. Mucho menos el sonido de sus pasos contra la madera, y nada de lo que estaría por hacer.

No era el mismo desde el momento en que su hermana traicionó su nación y lo dejó a la deriva, y se tuvo que acostumbrar a cosas que todavía le resultaban desconocidas.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now