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*Dimensión  de Cinco*

Cinco había regresado a La Academia Umbrella. Sentía que iba a colapsar en cualquier momento. La había dejado. Esta Roa a salvo, lo estaría; se repetía, pero no podía con ello.

Miro el portal y luego el bate que estaba ahí. Lo tomó y empezó a golpear a la máquina, la iba a destrozar, no iba a dejar alguna evidencia de donde estaba _______________ para que La Encargada la buscará. No la iba a lastimar.

Diego y Klaus fueron llegaron unos segundos después, ya que estaban esperando a que su hermano llegara para apoyarlo.
Los dos solo veían como Cinco golpeaba otra vez las maquina, que sacaba chispas hasta que esta se apagó.

—¿Qué haz hecho? —hablo por fin Klaus—. Era la forma más rápida de ir con mi Solecito.

Cinco respiro varias veces antes de tirar el bate al suelo y empezar a caminar.

—Déjalo —le dijo Diego a Klaus cuando lo quería seguir—. No creo que sea buena idea seguirlo ahora.

—Pero, Diego, ve lo que hizo —señaló la máquina—. ¿Dime cómo iremos a buscar a _____________ después?

—Creo que... —miró la máquina y luego a Klaus—, ese fue su punto. Que nadie fuera a buscarla.

Cinco estaba en la habitación de la Academia.
Acostado en la cama mirando el techo. Solo se cuestionaba lo que había hecho, mientras en su corazón se sentía vacío, vacío una vez más.

Tenía lágrimas en resbala por su rostro, no sabía que sería ahora de él, de ella, solo quería acabar con La Encargada.

Todos en la Academia realmente estaban afectados. Klaus y Steve estaban igual encerrados en la habitación de Número Cuatro, su novio lo consolaba.

—Cinco no pensó en nosotros, en mí —le decía Klaus—. Yo si quería que ella regresara. Es nuestra mejor amiga.

Steve sonrío triste y limpio las lagrimas de su rostro.

—Encontrará una manera. Una vez la encontró, no dudo que lo vuelva a hacer.

Lila estaba igual de furiosa porque lo que había hecho Cinco.
Tomaba de su copa en el mini bar de la sala; Diego se había ido con su hijo, no era buena idea estar cerca de su esposa cuando estaba así de molesta.

Se acabó su trago y fue hasta la habitación de Cinco. Abrió la puerta sin tocar y todo lo que quería decirle a Cinco, la fuerza que sentía, lo estupido que había sido, se fue cuando vio de aquella manera a Número Cinco, que ni siquiera se movió cuando ella abrió la puerta.

—Ahora me siento mal venir hasta aquí para gritarte —le dijo ella.

El ojiverde soltó un suspiro, limpio sus lagrima y giró la cabeza para mirarla.

—¿Qué quieres, Lila?

Está la miro unos segundos más; cerro la puerta y lo miro unos segundos más.

—Veo que no la estás pasando bien —esté todo los ojos y volvió a mirar al techo—. Diego y Klaus nos contaron lo que hiciste por la máquina —él no dijo nada—. ¿Por qué...?

Almas gemelas || Cinco Hargreeves & Tú.Where stories live. Discover now