¿Era por lo que le hizo al reino? ¿O por lo que le dijo a Galathéia delante de él? ¿Acaso ella había dicho algo? ¿Todo lo anterior?

Maldijo en su mente, porque había infinidad de opciones, y se mantuvo en silencio, intimidada. Acto seguido, el chico resopló, decidiendo que era mejor no perder el tiempo con ella.

—Olvídalo, por supuesto que no sería suficiente para ti...

—¿Podría saber de qué hablamos? —La bruja se animó a preguntar al fin, con un poco de temblor en su voz, y Elyon contuvo el deseo de girar los ojos.

—Ah, desde luego. Es que has destrozado tanto, que obviamente no vas a saber a qué me refiero. Supongo que a todo —declaró el chico muy serio—. Y sin embargo, no es suficiente para satisfacerte. Amas destruir todo lo que tocas, ¿no es así?

«Maldita sea, Elyon, sé más específico...», suplicó la chica en su adentros, sin atreverse a decirlo porque estaba temblando.

—Tal vez no te importe en lo absoluto, pero Galathéia era la única persona en toda Wölcenn que seguía creyendo en ti después de lo que hiciste, y para ti debió ser solo un juego —reclamó, antes de acercarse con un paso, amenazante—. Que acepte lo que ella sienta, no significa que vaya a permitir que tú arruines su vida y todo lo que ha conseguido en la Primera Guardia, así que te recomiendo que por una vez en tu vida, dejes de ser egoísta y te olvides de lo que sea a lo que estés jugando.

Que la bruja siguiera sin tener idea de lo que Elyon hablaba, no impedía que de repente sintiera el corazón hacérsele añicos, porque sabía que de algún modo, tenía razón. Porque no era la primera vez que escuchaba que estaba condenada a destruir todo lo que quería, y aunque no quería herir a Galathéia, ya lo había hecho muchas veces.

Se odió más al recordar que nunca sería suficiente para ella, y desde luego, Elyon ni siquiera se molestaba en verla como una rival.

Ella nunca había sido opción.

Ahogando todo deseo de llorar, llegó al jardín junto a Galathéia, en el que de repente salió una confundida Andrómeda, que al ver a sus protectoras, no dudó en lanzarse a ellas, abrazándolas.

Sin darse cuenta, incluso había soltado algunas lágrimas de emoción.

—¡Galathéia!, pensé que fuiste apresada, y que no volvería a saber de ti jamás —lloró, aferrándose más a la guardiana. Alzó la mirada hacia Zéphyrine, reflejando una sonrisa de orgullo—. Sabía que harías lo correcto.

Y ella apenas pudo devolverle la sonrisa, mucho más triste, sin saber cómo explicarle que a veces, las cosas eran mucho más complicadas como para ser separadas en lo que era correcto, y lo que no.

—¿Esas chicas te han cuidado bien?

La menor de las brujas asintió alegre.

—Descuida, son muy agradables, y estuve ayudando a que creciera mejor este jardín. ¿Qué les parece?

Zéphyrine y Galathéia asintieron y sonrieron a cada cosa que Andrómeda les contaba de una manera muy nostálgica, como si ansiaran volver a aquel corto tiempo en el que eran las tres, y que aunque tuvieran sus diferencias por momentos, seguían unidas.

Cruzaron miradas por un cortísimo instante, y supieron lo tarde que era para eso.

—No voy a interponerme si decides irte, pero si Cælum vuelve a atraparlos, no podré cuidarte de nuevo, Andrómeda... —sugirió Dara al ver la pequeña reunión de reencuentro.

—Prometo que cuidaré de ella —dijo Zéphyrine, tomando la responsabilidad.

Mira, en cambio, salió para apretar muy fuerte a la joven bruja en sus brazos.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now