Capítulo 38: La cara de la verdad

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Declan Finnegan

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Declan Finnegan.

Podía sentir la libertad en la palma de mi mano, la brisa gélida de la noche entraba por la ventana abierta y chocaba contra mi rostro.

Lo habían descubierto.

Por fin, lo habían descubierto.

Supe que todo había llegado a su punto de quiebre cuando me habían encerrado de nuevo en la habitación.

Podía sentir la euforia y la adrenalina deslizándose por mis venas, haciendo bombear mi corazón con estrepitosa excitación.

Estaba sentado en el despacho de Adara, había salido de la habitación donde Lanay me había encerrado por órdenes de Adara—gracias a la llave maestra que había obtenido hace unos meses cuando habíamos viajado a Paxton para que Adara confrontara al Juez Maragall—, y estaba esperando a mi ángel rojo pacientemente.

Mi mayor virtud siempre había sido la paciencia.

Podía pasar años y años esperando por algo solo si al final eso me brindaba algún beneficio.

Y he estado esperando desde los catorce años por este momento.

Observo el cuerpo inconsciente de Lanay en el suelo, justo frente a la puerta. Escuché su llamada con Adara cuando le contó que había sido yo el culpable todo este tiempo, no me costó demasiado inyectar el tranquilizante que tomé de la enfermería de Allen cuando fingí estar golpeándolo con debilidad y, en el momento en que el doctor me empujó hacia la repisa de sus medicamentos, la tomé y la escondí en mi pantalón.

Había esperado tranquilamente tener un encuentro con él y aunque no me agradó particularmente que estuviese mirando y tocando a una Adara semidesnuda, fue la excusa perfecta para crear un alboroto y tomar lo que quería.

Por supuesto, nadie lo notaría, solo pensarían que yo era un hombre celoso perdiendo el control.

Pero Adara lo notó, mi ángel, tan inteligente como debió haber sido desde el primer día, volvió a encerrarme en esa habitación.

De igual forma, logré salir gracias a su ingenuidad y cuando Lanay gritaba algo en el teléfono, utilicé la distracción para inyectar el fuerte tranquilizante en su sistema.

Ya había dado la alerta a los hombres a mi cargo y era cuestión de tiempo para que vinieran por mi.

Pero antes, debía ocuparme de algo importante.

Adara.

Ella llegaría en cualquier momento y tendríamos una interesante charla que quizás no termine muy bien.

No sabía porque necesitaba hablarle pero aunque mi plan había salido perfectamente bien, la parte de matarla había sido... postergada.

Necesitaba... hablarle primero.

El Diablo Está Cerca (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora