—Parce, esto solo va a empeorar —dijo Gustavo, perdiendo cada vez más la tranquilidad—. Nos vas a hacer matar a los dos.

El ruido que hacían las hojas se transformó en un sonido más rítmico, y debajo de ellas brotaron, como si vinieran del fondo de la tierra, una gran cantidad de brillantes serpientes de color café. Se revolvieron tanto que parecían una masa de tentáculos cafés. Dimos unos pasos hacia atrás, aterrados. La masa de serpientes se movía como un órgano hecho de fibras gruesas, como un un corazón que late moribundo fuera de un pecho. No pudimos notar que las serpientes a las que les huíamos también estaban detrás de nosotros. No había un lugar en donde pisar que estuviera libre de los animales.

No pasó mucho tiempo hasta que sentí que una de ellas me mordió el tobillo. Mi grito fue ensordecedor. Caí al suelo temblando de miedo. Noté que las serpientes ya no estaban y las hojas no se movían. Parecían haber sido parte de un sueño. Pero el dolor seguía presente. Me tumbé en el suelo para observar el daño: junto al hueso del tobillo tenía las marcas de sus dientes. Sentía que mi pie se hacía gigante. El zapato me apretaba tanto que tuve que quitármelo, y cuando acerqué los ojos para analizar la lesión, un chorro de mi propia sangre, procedente de la herida en la frente, cayó sobre mi pie, ocultando la herida y haciendo todo muchísimo más trágico. Gustavo se encontraba intacto.

—¿Sí ves? —le reclamé—. Solo me está persiguiendo a mí. La condena de muerte la cargo yo, ¡por tu culpa, pendejo!

—Te está persiguiendo a vos porque vos sos el que no quiere entrar.

Sentía que mi pie iba a reventar. Estaba tomando un extraño color morado y me faltaba la respiración.

—Me estoy ahogando —le dije lleno de terror—. Era una serpiente venenosa. Parce, me voy a morir hoy. ¡Me voy a morir hoy!

—Te vas a morir si no tomás la decisión. Te dije que tenemos que entrar juntos. ¿De verdad vos creés que le vamos a ganar al túnel? Van a pasar mil cosas hasta que vos te decidás si vas a entrar al túnel o te vas a dejar morir en la puerta.

Me ayudó a levantar. Caminamos unos veinte metros hasta la entrada de la grieta.

—Me emputa que me estén obligando —dije mirando la luz, mientras se me encharcaban los ojos—. Si me quedo aquí, me van a terminar matando. Y si entro, debo entrar a morir por otros así como Beto lo hizo por mí. ¿Qué es esto? ¿Tengo que elegir entre la muerte o la muerte? No, parce... no... Yo ya estaba normal, ya había pasado la página, estaba tratando de superar la muerte de él, superando todo esto que hicimos en vano, ¿y me vas a hacer meter otra vez aquí?

—¿Yo? —preguntó subiendo la voz.

Me rendí. Apoyado en Gustavo, caminé hacia adentro. Pensé en mi mamá y en las cosas que dejaba atrás sin saber cómo las volvería a encontrar. Atravesamos la grieta, que era muy estrecha, y al cabo de unos segundos estuvimos en una oscuridad absoluta. Unas pocas luces se encendieron, mostrándonos que estábamos en la vieja sala de computadores, pero en esta ocasión todos los equipos estaban en estado de deterioro. Los que estaban en su lugar se encontraban llenos de manchas de humedad, mientras que los demás estaban en el suelo, partidos, al igual que sillas y mesas. El sitio parecía devastado por alguna violentísima asonada.

Me quedaban pocas fuerzas. Mi pie, de un color púrpura, me daba escalofríos de solo mirarlo. Desde una de las puertas que teníamos al frente, uno de los hombres sin rostro entró al lugar. Su piel, que antes parecía relativamente normal, ahora estaba deshidratada y llena de grietas. Le faltaba un brazo. Con el que le quedaba, me cubrió con su manta y calmó mi dolor. Caí en un sueño profundo del que solo desperté cuando estaba ubicado, otra vez, sobre aquella viejas camilla sobre la que me llevaron en viaje al pasado. Al igual que en el resto de la caverna, todo en este lugar estaba deshecho: Gustavo no tenía camilla, porque todas las demás estaban desbaratadas y arrumbadas como chatarra en uno de los rincones. Lo estaban atendiendo en el suelo.

Atraviesa el túnel o muere en el intentoWhere stories live. Discover now