El olor de la pólvora

77 6 3
                                    

Viernes en la noche. Les había dicho a mis papás que unos compañeros me habían invitado a un asado.

—¿Un asado? —preguntó mi mamá, haciendo cara de sorpresa. 

—Sí, un asado —le dije molesto—. ¿Es muy extraño que me inviten a algo?

—Solo es extraño que vayas a un asado. No te enojes. 

—Sí, es un cumpleaños de un amigo del colegio. 

—¿Cuál amigo es?

—No lo conoces. 

—Entonces con mayor razón quiero saber de él, para conocerlo. 

—Se llama Jesús. 

Mi mamá soltó una carcajada, pensando que yo estaba haciendo un chiste. 

—Yo hablo con el papá de él todos los días. 

—Mamá...

—A veces le pido favores —dijo ella con una pequeña sonrisa.

—Dios... —me quejé.

—¡Exactamente!

—¡Mamá, por favor!, ajj.

—¿Qué? —se volvió a reír. 

—Es en serio, quiero ir. Se llama Jesús David.

—No hay nadie en el colegio que se llame así. ¿Podrías decirme la verdad?

—Esa es la verdad —mentí. 

—Te conozco —me dijo con una voz muy dulce—. Ese asado es de Gustavo, lo sé.

Me quedé por un momento sin saber qué decir. Mi mamá piensa que mi único amigo es Gustavo, y cree que tengo tan poquitos amigos que decir otro nombre ya le parece algo muy raro. Cree que soy un tonto sin amigos. Me da rabia porque es verdad. Aunque también tengo que admitir que hice un pésimo trabajo escogiendo ese nombre. Habría sido más creíble si le dijera que me iba a ir a un asado con Dios. Pero un momento después ella me dio el permiso para salir. Eran las 8 pm cuando Gustavo se apareció en mi casa con Natalia. Fue muy parecido a la vez anterior. Me llamaron y me dijeron: "Salí". Estaba realmente nervioso. No sabía a qué me enfrentaría. En ocasiones, todo parecía una broma de Gustavo y Natalia, pero ella no tiene el tiempo ni la paciencia para dedicarme una broma a mí. Y Gustavo tampoco. Estoy seguro de que tiene cosas más interesantes en que pensar.

Al salir, estaban los dos en la camioneta, pero Natalia iba en la silla de atrás mientras que Gustavo conducía. 

—Todavía no vamos a hablar de nada de esto —empezó diciendo Gustavo.

—Primero vamos a ir a comer —dijo Natalia. 

—Pero yo ya comí —respondí. 

Ella soltó un suspiro como de frustración. 

—¿Podés apegarte a nuestro plan, por favor? —preguntó Natalia con cierta impaciencia. 

—Bueno —le dije—. Yo los acompaño a comer. 

Y, sin pensarlo mucho, le solté una pregunta que causó algo de malestar:

—Pero entonces, ¿qué es el tal túnel?

—¡¡Maldita sea!! —vociferó Gustavo—. ¿Qué es lo que no entendés, parce? Que en el carro no vamos a hablar de eso.

Me quedé en silencio. Ni siquiera le respondí. Él tomó aire, se calmó y volvió a hablar: 

Atraviesa el túnel o muere en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora