Piensa rápido

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Gustavo y yo nos miramos aterrados. Leímos los poemas unas cuantas veces más. En ese momento ya estábamos seguros de que el túnel nos buscaba, pues era la única explicación a la extraña caída que tuvimos, que culminó con nosotros postrados frente a la entrada. Con la ropa mojada y sucia, intentamos resolver lo que sucedía.

—¿Estará hablando de la Natalia que conocemos? —preguntó Gustavo.

—¿Vos lo dudás? Obviamente, es ella.

—Pero ¿cómo es posible? Hace ocho años Natalia tenía once. ¿Cómo va a dar ella órdenes sobre un túnel a esa edad? Tiene que ser otra persona.

—Esperate. Es algo todavía más extraño. No hay que pensar en cuántos años tenía hace ocho, ¡sino hace veinte! Beto llevaba veinte años en la cárcel.

—Hace veinte años Natalia no había nacido. Es otra razón para pensar que no es ella. Tiene que ser una coincidencia, tiene que ser otra Natalia.

—¿Seguro? —le pregunté con cara de sospecha—. Nada de lo que nos está sucediendo parece una coincidencia. Cuando estuve en la cárcel me quedó bastante claro que las cosas que nos están sucediendo son cíclicas. Yo te conté. Beto también hizo la misión de la cárcel, pero por alguna razón él fracasó y no pudo escapar. Lo contuvo un guarda nuevo, que entró a trabajar a la penitenciaría el mismo día que él. Yo, unas horas después de llegar, me encontré con un guarda que quiso hacer imposible mi escape, y Beto, que ya conocía muy bien el lugar, aseguró que ese guarda se había incorporado el mismo día de mi llegada. Todo se estaba repitiendo.

—Entiendo, pero eso no explica que sea Natalia el motivo de ese poema que escribió Beto. Si fuera así, eso significaría que ella no es quien dice ser, y que conoce el túnel mucho mejor que nosotros, o sea, lleva todo este tiempo fingiendo, engañándonos. No, ella no haría eso. La conozco muy bien. La he conocido dos veces gracias al viaje en el tiempo que hicimos. Su vida es tan normal como la mía.

—Parce, es que ahora todo tiene mucho sentido...

—Además —exclamó interrumpiéndome—, yo fui el que la llevó al túnel a ella. Yo se lo mostré, yo la llevé porque un amigo mío me invitó y por casualidad encontramos la entrada.

—Te decía que todo tiene mucho sentido —continué— porque, durante todo este tiempo, Natalia ha hecho cosas que no cuadran con lo que nosotros vivimos.

—¿Qué cosas?

—No puedo asegurarlo por completo, pero ella reacciona diferente: el olor de la pólvora la deja por fuera de combate, cuando estuvimos en la camilla no sintió ningún terror. Siempre ha estado esperando a que vos le digás lo que tiene que hacer, pero apenas se entera hace todo con tanta facilidad, como si lo estuviera viviendo por décima ocasión. Natalia nos oculta algo. Y es algo muy grande. No creo que sea casualidad que ella no nos recuerde y nosotros sí. Tal vez ella sí nos recuerda, pero en sus planes está que nosotros creamos que no.

—Ahora que lo decís, Natalia nunca ha contado nada de lo que le sucede en el túnel, ni tampoco me ha contado lo que quiere lograr. Yo le di la crónica sobre mi abuelo y ella sabía en general lo que yo buscaba, pero siempre fue muy reservada para contarme lo que le estaba pasando. Por momentos sentía que ella no tenía nada que hacer en el túnel, y que solo lo hacía por acompañarme a mí. Pero eso no significa que ella no esté engañando. Solo significa que tenemos que buscarla. Hicimos mal en no haberlo hecho antes.

Tomó el papel del segundo poema y lo leyó en silencio.

—Mirá esto: "El que quiera huir lejos de esta suerte / verá solamente la represalia / de un túnel que en mi mente es pura muerte". ¿Te das cuenta? Beto sabía que el túnel nos iba a buscar después de haberlo cruzado, y según él no deberíamos huir de nuestro destino, de lo que el túnel quiere que hagamos.

Atraviesa el túnel o muere en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora