—¿Y qué quiere que hagamos el túnel? —le pregunté.

—¿No estás leyendo, huevón? El que haya escapado de la prisión gracias a la muerte de Beto está obligado a morir así como murió él, quizás salvando a alguien más. Es la muerte del héroe.

—¡Maldita sea, Gustavo! —le grité—. ¿Te das cuenta de lo que hiciste? Sos vos el que tiene esa responsabilidad, el que debería tenerla, porque esa misión de ir a la cárcel era tuya, no tenía por qué hacerlo yo. Me estafaste. Me condenaste a muerte.

—Entiendo que estés enojado, parce, pero todavía no estamos seguros de que seás vos. Puede que la profecía de Beto se refiera a mí, que originalmente debí llegar allá con él.

—Pero no habla de vos, sino del que se haya salvado de la prisión. Está hablando de mí. Yo soy el siguiente. Pero no. No lo haré. Nadie me va a obligar a hacer algo que yo no quiero. Abrámonos de aquí ya. ¡Todo esto es tu culpa!, lo sabés, ¿no?

—Esperá un momento, huevón. Acordate que el que quiera huir sufrirá las represalias del túnel. No creo que debamos tomar esa decisión así tan rápido.

Para cuando Gustavo terminó de hablar, yo ya estaba trepándome por la colina tratando de alcanzar nuevamente el borde del camino. Él se quedó desde abajo mirándome sin decir nada, inmóvil junto a la luz de la grieta, que iluminaba el lugar de manera artificial. "¡Empezá a escalar, hombre!", le dije. Pero cuando más cerca estuve del borde, una cantidad de lodo, que bajó desde el camino, se vertió sobre mí. Una piedra grande, que venía incluida en la carga, me golpeó la frente con tal fuerza que me tumbó al suelo, dejándome inconsciente.

Poco después abrí los ojos. Frente a mi rostro se encontraba Gustavo preguntándome si estaba bien. Con su mano me presionaba la frente, que tenía un corte por el que se regaba abundante sangre. Al darme cuenta de ello, mi respiración se agitó. Me toqué el rostro y mis dedos quedaron empapados en sangre. Sentí que iba a desmayarme otra vez.

—Te dije que no te fueras —me dijo.

—¿Y qué querés que haga? —respondí con debilidad—. ¿Querés que me quede aquí viendo cómo el túnel se las ingenia para matarme?

—No sé por qué, pero siento que no nos van a tener mucha paciencia. Las cosas están pasando muy rápido.

—¿De verdad estás pensando en entrar? —grité—. ¿No estás viendo que no hemos entrado y ya casi me matan?

—Sí, pero eso fue por no entrar, eso fue por tu cobardía. Pensé que ya lo habías superado, pensé que no eras el mismo cobarde de antes.

Me quedé en silencio interpretando sus palabras. Sabía que en el fondo él no buscaba insultarme, sino motivarme a que me moviera.

—¿Cobardía o inteligencia? —le pregunté.

—Inteligencia no es. A mí me queda claro que quedarnos por fuera es una condena a muerte. Nos están llevando hacia adentro, y lo terminarán haciendo a las buenas o a las malas.

Al terminar de hablar escuchamos un ruido proveniente la maleza. Algo se movía con sigilo entre la vegetación. De pronto, como si las ramas y las hojas secas temblaran, todo el suelo a mi alrededor se movía dando la impresión de que la tierra estaba viva. El escalofriante suceso me hizo poner de pie de un salto. La sangre de mi frente no dejaba de brotar y se me metía en los ojos, dificultando la poca visión que tenía. Gustavo estaba perplejo viendo la escena.

—¿Todavía no vamos a entrar? —me preguntó mirando el suelo, levantando los pies para no pisar las hojas que temblaban.

—¡No!, y menos así a las malas. Voy a caminar hasta encontrar un lugar menos empinado para escalar hacia la trocha. Podemos volver a la camioneta y salir en ella, porque esta moto ya quedó sirviendo para nada.

Atraviesa el túnel o muere en el intentoWhere stories live. Discover now