—Sé bien cuando quieres decir algo y no te atreves, Galathéia...

Era verdad, a pesar de que en ese momento, no tenía nada en mente. Pensó en todo lo que creía que debía decirle, y la primera imagen en sus pensamientos, fue la de cierta bruja pelirroja muy irritante...

No. Todo menos eso.

Se obligó a olvidar aquello y pensar en algo más, aunque acabara doliendo más que su pensamiento inicial.

—Lo siento mucho... por todo —suspiró con dificultad por el nudo en la garganta que se le hacía al pensar en todo lo que había salido mal—. También eché las cosas a perder. Sabía que no tenía ninguna oportunidad, pero estaba tan desesperada por querer probar algo... —Se detuvo, recordando que ni siquiera había alcanzado a decirle que pensaba en renunciar a la Primera Guardia—. Fui tan egoísta y estúpida, y si hubiera hecho las cosas mejor, no habrías tenido que buscarme, ¡y nada de esto habría sucedido!

Lo más molesto de todo para Elyon, era no poder consolarla en sus brazos, como era debido, pero con una mirada muy tierna, la guardiana pudo calmarse, a pesar de que ni siquiera podía limpiar sus propias lágrimas.

—Si te sirve de algo, también fui muy egoísta y estúpido... —murmuró el pelinegro—. También quería probar algo. Supongo que pensé que todo esto sería como una prueba o un entrenamiento más. Azhryl tenía razón, debí quedarme contigo en Wölcenn...

—¡Claro que no! —exclamó Galathéia—. Tenías que estar con Lyn, debías cuidarlo...

El chico bajó la mirada, incómodo. Era una promesa rota, y también, la única parte que no le contó a su compañera porque no lo veía necesario.

—Fallé en eso también... —murmuró triste.

Sintió merecer lo que estaba pasando en ese momento, porque no solo había fallado a su deber como guardián, también le había dado la espalda a su amigo. Y a pesar de que aún se sentía molesto y confundido, una parte en su corazón insistía en que seguía queriendo a Lyn. Lo extrañaba bastante, quería saber cómo estaba, y se odiaba por haber reaccionado de la forma en que lo hizo.

Lyn lo había querido por mucho tiempo en silencio, y él solo destrozó sus sentimientos y lo abandonó. Si moría, jamás podría decirle cuánto lo lamentaba, y si por alguna razón, lograba huir de allí, no creía que volvieran a ser tan unidos como antes.

—Quién debe pedir perdón soy yo —admitió con la voz quebrada, recordando una y otra vez su derrota—. Debí ser más fuerte y sensato. Debía protegerte, y quizás esto te haga gracia, pero Azhryl me dijo que si algo te llegaba a suceder, me mataría...

Al instante, escuchó a Galathéia reír, y aun entre sollozos, seguía siendo tan dulce, y provocaba cierto cosquilleo en su interior. Debía ser completamente irreal que después de tanto tiempo, siguiera sintiéndose igual por ella, pero era lo más genuino que había tenido en su vida.

Galathéia, por su parte, agradecía poder reír así, e incluso, imaginarse a Azhryl diciéndolo. Se imaginó a sí misma en la escena, porque echaba en falta tanto a su hogar y a sus compañeros, y una vida entera se le hacía muy poco ahora que estaba más cerca de morir.

—Y lo siento, Galathéia. Sé que querías seguir creyendo en Zéphyrine... —murmuró el guardián, sacándola de sus pensamientos de repente.

El nudo se hizo mucho más grueso, y por un momento, Galathéia se olvidó de cómo respirar. El dolor de la culpa volvió con mayor intensidad, y en realidad, nunca se había ido, pero en ese momento, estaba segura de que no iba a vivir en paz si no decía la verdad.

No sabía a cuál verdad se refería su corazón, ni por qué evitaba tanto la sola mención de Zéphyrine. Quizás, era porque no quería creer que le había mentido y la había traicionado, pero sabía que de alguna forma, ella la lastimó también.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now