Un propósito superior

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—¿Y quién era el otro? —le pregunté.

—No sé —me respondió con un gesto de desaprobación—. Cualquiera, eso no importa. Entonces el man salió corriendo con la pistola en la mano. Luego de haber entrado, alcancé a quitar el pasador y luego se lo puse antes de irme corriendo. El guarda tenía las llaves, pero no podía abrir si estaba puesto el seguro desde adentro. Enloquecido de rabia, llamó a otro de sus compañeros por radio y le dijo que ingresara por la puerta delantera de la capilla de manera urgente. Nosotros nos atravesamos el pasillo, porque al frente había un baño. Allí esperamos en silencio. El segundo guarda llegó corriendo a abrir la capilla y no miró para atrás, y ese fue el momento para atravesar la reja Nº 3, porque la había dejado abierta. El man ya no estaba interesado en sacarme del camino. Solo estábamos pendientes del tiempo y durante un segundo, sin decirnos nada, nos volvimos aliados. Me dejó ver la hoja para que recordara las instrucciones y estuviera pendiente del reloj. Estábamos corriendo hacia la siguiente reja, que estaba un nivel más arriba. Era necesario subir unas escaleras. Antes de subirlas me resbalé y me fui de cara al suelo. El compañero se devolvió para ayudarme a levantar y subimos las escaleras corriendo, con el menor ruido posible. Todavía faltaban varias puertas por cruzar. Pero, como le digo, somos impredecibles... Él guardaba la esperanza de salir a como diera lugar. Se dio cuenta de que nos habían alcanzado y apenas llegamos al último peldaño se devolvió y me empujó para que me cayera contra el guarda, creyendo que así ganaría tiempo. Pero creo que su falla estuvo ahí, ¿sí me explico? No teníamos que hacer nada para ganar tiempo. El tiempo estaba contado, era preciso. Allí ocurrió la fatalidad: cuando el guarda miró hacia arriba y vio mi cuerpo caer sobre él, disparó el arma dos veces sin pensarlo. El primer tiro me entró acá —se señaló la muñeca— y por eso perdí esta mano. Por eso perdí mi manito.

—Qué maldito ese hijo de puta —dije muy indignado—. ¡Cómo son capaces de traicionar al que los ayuda!

—No, no podemos juzgarlo. Él intentaba salir y pensó que de esa forma lo conseguiría. No era nada personal contra mí. Yo, si hubiera sido yo, yo hubiera hecho otra cosa, pero las personas somos diferentes. Llevo muchos años acá y hace muchos años lo perdoné.

—Usted tiene un corazón muy grande, parce. Yo estaría lleno de rencor.

—No tiene sentido. Sería algo que solo me va a dañar a mí.

—¿Y el segundo disparo?

—Le dio en el corazón al man. Lo mató.

—¡Wow! —exclamé aterrado.

—Sí, parcero. Ahí quedó tendido mientras yo gritaba y no podía creer lo que me estaba pasando. Ahí se jodió todo. Desde entonces permanezco aquí. ¿Me escuchó bien ahora rato? Veinte años, ¡veinte! ¡Por algo que yo no hice!

—Claro, ahí la cagó ese man. Por intentar salir los dos, no salió ninguno.

—Fue por atacarme a mí. Fue por pensar que no podríamos salir los dos. Lo he pensado mucho y yo escuché al guarda hablar durante ese momento. Fue todo demasiado rápido. Recuerdo los momentos muy borrosos, como si hubiera estado borracho, porque entré en estado de shock. Pero escuché al guarda decir que disparó porque se había asustado, leyó mi expediente y sospechó de nosotros, y cuando me vio caer sobre él accionó el arma asustado porque pensó que lo iban a atacar primero. Si yo no hubiera caído encima de él, no habría sido capaz de halar ese gatillo y solo habría tenido como opción llamar por radio a la estación, y de alguna forma hubieran seguido ocurriendo todas esas casualidades que nos hubieran dejado salir.

—Tal vez él no estaba destinado a salir de la cárcel por su delito, o no lo merecía.

—Pero yo sí.

Atraviesa el túnel o muere en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora