Un propósito superior

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—Esto significa —dijo, haciendo una pausa— que a usted también le cambiaron la misión por otra. Esta la tenía que hacer un tal Gustavo.

—¿Y es que con usted fue igual? ¿Lo traicionaron?

—Yo llegué aquí con la misión de otra persona, porque esa otra persona sin mi consentimiento fue a hacer la mía.

—Exactamente lo que me pasó a mí, y con alguien que era de mi confianza.

—En la gente no se puede confiar.

—Es cierto. La gente es una mierda.

—No. No es por eso, no es porque seamos malos.

—¿Entonces por qué?

—Porque somos impredecibles. Nos gobiernan los sentimientos.

—Bueno, parce. Ya puede empezar la historia. Por favor, con detalles.

—Hace veinte años y nueve meses, yo era una persona muy tranquila en una familia amorosa. Pero en ese entonces yo veía las cosas de otra manera, ¿me entiende? Me parecía aburrido todo y yo estaba era buscando nuevas experiencias, vivir otras cosas. Un amigo mío una noche llegó diciendo que había entrado en un túnel y que fuéramos al túnel, que el túnel esto, que el túnel lo otro, que le habían prometido un paraíso. Me insistió tanto que yo fui.

—Bueno, a mí nadie me insistió. Yo me puse de metido.

—Pasaron muchas cosas antes de poder entrar al túnel, pero yo recuerdo muy clarito que lo soñé despierto: mi mamá estaba viva porque yo podía evitar que ella saliera ese día a montar en bicicleta y que no le hubiera pasado ese accidente que me la quitó. Venía bajando por la Avenida Cañasgordas. En la esquina de la Carrera 100 no pudo esquivar un hueco que la mandó volando a estrellarse con un guayacán rosado que hay en esa esquina. Yo solo quería a mi madre viva, yo solo la quería conmigo. Lo que el túnel le mostrara a uno eso era lo que ellos le estaban prometiendo que iba a pasar. A mí me prometieron que ella estaría viva, porque, parcero, yo todavía la extraño mucho, después de tantos años. ¿O qué? ¿No le parece buena idea? ¿A usted qué le mostraron?

Me sentí avergonzado de contestar, por lo que lo animé a que siguiera la historia.

—Después de varios intentos, nosotros entendimos que el túnel cambiaba las reglas sobre el camino y jugó con nosotros. Tuvimos que hacer una misión rápida. Mi amigo intercambió los papeles sin que yo me diera cuenta y me tocó hacer la misión que era para él. ¿Cuál era la misión? La misma suya. Escapar de aquí. Así fue como llegué, porque me desperté dentro de la celda, con un reloj en el bolsillo que me daba la cuenta regresiva para atravesar las puertas y las rejas por una serie de casualidades que se arma solamente a esa hora.

—Sí, tal cual lo mío. Pero, entonces, ¿qué fue lo que no salió bien? ¿Por qué falló?

—No sé bien la razón, pero pasó algo que no tenía que pasar.

—¿Qué cosa?

—Un guarda me reconoció, o por lo menos actuó como si me hubiera reconocido. Ese día me dio una mirada que yo nunca había sentido en la vida. Me miró como diciéndome que estaba descubriendo mi engaño. Con su mirada me decía: "usted es un impostor". Me puse colorado, empecé a hacer demasiadas preguntas, así, todo confundido. Esa actitud le generó más desconfianza al guarda y ordenó solicitar mi expediente. Algo leyó que no le gustó y por eso se fue a solicitar permiso para entrar un arma de fuego al patio. Ahí se jodió todo, mi hermano. En medio de todo eso, yo me toqué los bolsillos y paila, papi, se me había caído el papel con las instrucciones. Esa fue mi condena. Alguien lo encontró, lo leyó y quiso intentar el escape. Yo recordaba de memoria las horas, porque la noche en que llegué no fui capaz de dormir y me dediqué toda la noche a leer y leer ese papel. Cuando llegó la hora del escape, el otro hombre, un loco ruidoso, pero loco, loco ese man, estaba a mi lado contando los segundos para que alguien entrara a la capilla y dejara esa primera puerta abierta. Entonces, ese mismo guarda se dirigió hacia esa puerta con el cura, le abrió con sus llaves, le corrió el pasador para que no se fuera a cerrar con el viento del patio y luego se fue. Es que la capilla está como en la mitad de todo: la puerta trasera da al patio Nº4; la puerta delantera da al pabellón central. El cura salió por la puerta delantera y se le olvidó cerrar la puerta que le habían abierto, entonces ese era el momento perfecto para entrar. Pero el otro tipo, el loco, pensó que no íbamos a poder hacerlo juntos, así que salió corriendo antes que yo y quiso dejarme por fuera, entonces cogió la puerta ese malnacido y después de haber entrado la azotó para cerrarla, pero él no había visto al guarda poniéndole el pasador a la puerta, por lo que no se cerró y el ruido hizo que el guarda, que ya tenía la pistola encima, saliera corriendo. Cuando se asomó al pasillo, claro, vio a dos personas forcejeando por abrir la puerta de la capilla hasta que el de adentro se rindió y los dos ingresaron corriendo.

Atraviesa el túnel o muere en el intentoWhere stories live. Discover now