«Cuida de Phoellie», pidió en sus adentros, y al ver al animal asentir, supo que este le había entendido.

No se percató de que con esa acción, acababa de condenar su propia vida, pero podía notar la mirada curiosa de la mayor de las brujas en ella. No le agradaba antes, y mucho menos ahora que sabía todo lo que le hacía a Zéphyrine, y los pensamientos con los que la había influenciado. Si en algo estaba de acuerdo con ella, era que debía apartar a Moirean de su vida, y el medio poco le importaba.

¿Habría sido capaz de causar la muerte de su primera alumna? No se lo dijo a Zéphyrine, pero durante el vínculo, también supo que fue víctima de su anterior maestra, aunque ella jamás se había percatado de esto.

Tal vez, las brujas no eran las anomalías sin lealtad alguna que a menudo los rumores contaban, pero había mucha oscuridad a su alrededor, incluso en las más inocentes, como Andrómeda.

—¿Siempre ha podido hacer eso? —inquirió Moirean, observándola. Su rostro no era muy expresivo, por lo que no podía descifrar lo que pensaba a simple vista, aunque sabía que debía estar en alerta.

Asintió leve, sin mucha seguridad.

—Creo que sí. No lo habría descubierto sin haber salido de Wölcenn jamás... —admitió.

Por otro largo instante, sintió la mirada silenciosa de la bruja, pero estuvo a punto de gritar al sentir una mano en su hombro.

—¿No te parece curioso, Moirean? —preguntó Zéphyrine con una sonrisa un poco maliciosa en su rostro—. ¿Te imaginas si Galathéia es también una de nosotras? Sería muy gracioso, porque significa que alguna de las dos tendría que morir pronto...

Galathéia se preguntó qué habría querido decir con eso, y por qué, a pesar de todos sus intentos, cada vez la entendía menos.

Moirean, en cambio, permaneció imperturbable, aunque con cierto recelo hacia la guardiana.

—Oh, no te pongas así. Casi pensaría que me extrañarás... —la pelirroja rio una vez más, al tiempo en que enredaba sus brazos alrededor del cuerpo de su compañera—. Está bien, Galathéia es una buena chica. Podrá ser mucho mejor bruja para Wölcenn de lo que yo jamás fui...

—¿Pretendes rendirte después de lo lejos que has llegado? Yo no te enseñé así —respondió al fin la mayor de las brujas, antes de regresar dentro de su casa y cerrar la puerta. Una reacción muy fuerte para Zéphyrine, teniendo en cuenta lo calmada que solía actuar siempre.

Muy lento empezó a separar sus brazos de Galathéia, sin dejar de mirar hacia la puerta, pero por seguridad, se llevó a la guardiana más lejos.

—¿Qué fue todo eso, y por qué siento que acabas de usarme como carnada? —reclamó la guardiana en un chillido.

«¿Perdón...?»

La bruja bajó la mirada, incómoda. Actuó por impulso, cosa que ya no debía ser sorprendente, y a pesar de que sí estaba en sus planes, deseó tener primero el apoyo de Galathéia para hacerlo.

En su defensa, se lo habría dicho antes, si tan solo no buscara cualquier excusa para evitarla.

—Digamos que estamos a mano por andar de curiosa en mis recuerdos... —Fue todo lo que pudo pensar en ese momento.

Galathéia se ruborizó un poquito porque no podía negarlo, pero Zéphyrine rio al verla.

—Ey, está bien. Después de todo, no es como si te diera razones para confiar en mí —aceptó en un suspiro—. Lo siento de verdad. Te prometo que no dejaré que te suceda nada...

Almas de cristalWhere stories live. Discover now