Capítulo 46

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Alicia & Bernie

No puedo comer mucho por más que haya pasado horas sin comer. Los alimentos no me saben a nada. Mamá insiste y me regaña con una voz muy destrozada; nuestra discusión por aquel asunto nos sepulta otra vez en el drama que nos produce toda la situación con las naves. Por otro lado, Papá no habla ni para callarnos ni para involucrarse. Tampoco canta sus canciones favoritas como hacía en tiempos de antaño. Lo único que hace es torcer el volante y pelear con otros conductores.

      Hemos visto a muchos más caer en la carretera. Nosotros mismos hemos estado a punto de sufrir un revés. Pensarías que la razón es porque manejan muy rápido y muy mal. No, para nada. El «calor», o lo que sea que irradia Estela, es ya tal que sus neumáticos explotan. Los nuestros se han mantenido de milagro, además de que Papá ha verificado su estabilidad en un lapso que aprovechamos para una pausa. Al parecer, quienes más tienen el infortunio de sufrir la destrucción de sus ruedas son aquellos que rebasan los doscientos kilómetros por hora y manejan un vehículo menor, es decir, un automóvil compacto. La mayoría de los coches que se ven al lado de la autopista, volcados e incendiados, son coches comunes, más pequeños. Es como si el asfalto fuese tan caliente como las brasas, y, si encima haces chillar el hule de las llantas, estas no lo soportaran más y ¡boom! Pierdes el control del vehículo.

      Tales tensiones tienen a Mamá al borde de un colapso. Y a pesar del transcurso de las horas, la Tierra no parece moverse. Estela se mantiene en la misma posición. En algunos programas de radio, con locutores que se rehúsan a abandonar su estación, según ellos, se afirma que lo que pasa en realidad es que la estrella tiene tanta gravedad, que ya nos está atrayendo a su centro, para disolvernos en la inmensidad de su interior. Los debates, como hemos escuchado durante el viaje, han introducido los argumentos de si Estela es o no una enana fría, o si es más grande que el Sol. A falta de científicos, todos parecen tener la respuesta, y no hay más que una incertidumbre peor.

      Sin importar lo incómodo de este trayecto, los rótulos afirman que estamos a nada de Gran Paraíso, la capital del estado de Tropicalia. En cierto momento ha aparecido más tránsito y hemos tenido que reducir la velocidad, lo que me alivia un poco, pero que al mismo tiempo me intranquiliza, pues vendrá lo que tanto tememos Mamá y yo: las batallas campales para entrar a la supuesta estación. En tanto soportamos la ansiedad, ella sostiene mi mano. Papá no hace más que maldecir y morderse las uñas.

      —Bienvenidos a esta nueva transmisión —dice la voz del radio, una vez que el disco de música vuelve a acabarse. Hace unos minutos había puro ruido. Seguro era otra hora muerta—. Esperemos que esté consiguiendo llegar sano y salvo a Gran Paraíso, o cualquiera que haya sido la ciudad que le tocó. En fin, de cualquier modo no puede salir del estado... Sí, sí, por supuesto, tienes razón, Mike. Bueno, Mike dice que nuestra estación no tiene cobertura más allá de las fronteras de Tropicalia; es muy gracioso, ¿no lo cree?

      »Mi tarea será informarles cómo está el ingreso a la estación en estos momentos. —Papá sube el volumen del radio—. Si usted proviene de Puerto Manila, Puerto Rey, Ciudad Gibraltar o Puerto Sábila, seguro se estará encontrando con más coches de lo habitual...

      —¡Así es! —responde él.

      —Lamentamos informarle que no será muy aconsejable tomar una desviación, pues estas no le llevarán a ningún lado. Gran Paraíso, además, está rodeada por infinitos perímetros militares.

      »Siga la ruta 63 en dirección al municipio de Santa Lorena y no se despegue de su carril, porque los vehículos tendrán que entrar en líneas rectas de dos pares. Aquellos que se salgan no podrán incorporarse. Hay estrictos retenes militares también, y podría meterse en problemas que nadie quiere, ¿cierto? Si usted dispone de boleto, entonces continúe hasta Santa Lorena; pero, si por el contrario no cuenta con uno, y lo que desea es apelar el suyo en la oficina del ARCA, gire en la desviación al municipio de Los Girasoles, que se encuentra antes de llegar al primer retén. Será la única vía en la que deberá separarse del resto de los aspirantes a la nave, ¿comprende? En unos minutos volveremos a transmitir este mensaje durante el resto de la hora hábil. No apague la radio.

El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now