Capítulo 34

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Bernie

Ya todo terminó. Fue bueno mientras duró, ¿no? Sigo sin creer que todo esto me haya ocurrido: que sí haya encontrado a Alicia —con un poco de ayuda virtual, claro—, que haya vivido todas esas aventuras y que sus padres me volvieran a acoger como cuando era un niño. Recuerdo vagamente que Javier me trataba un poco con indiferencia. A veces me ignoraba, pero se ha convertido en un sujeto bastante agradable. Creo que somos parecidos: un poco tímidos los dos. Su mamá sigue igual, todavía muy parecida a su hija. ¡Ah! Debo admitir que estoy satisfecho. No hay otra opción. Debo volver a la vida de la responsabilidad. Por aquel lado me siento contento, ya que muy por dentro una espina me estaba molestando. Pienso que estar sin trabajo y pasándomela bien no es mucho lo mío. Tengo que trabajar; tengo que cumplir mi función: ser productivo y útil, y si eso represento para el gran mercado del entretenimiento, pues está bien. Estoy de acuerdo con la vieja productividad. Yo soy de la vieja escuela.

      Nos dirigimos ahora a la estación del Costa a Costa. Yo voy en el asiento de enfrente, mirando a través de la ventana. El tráfico comienza a obstruir las avenidas más concurridas del centro de Puerto Rey, así que el calor y el ruido de múltiples bocinas comienza a ser molesto. Él nota a estas alturas que la hora muerta acaba de terminar, y mueve su dedo para activar la radio y cambiar las estaciones a una que tenga el sonido limpio. Al final una frecuencia parece ser adecuada. El silencio se rompe dentro de este aburrido horno. Dos voces platican en la transmisión; se trata de un diálogo entre un reportero y un locutor.

      —...es evidente, sí, por supuesto, querida Karla —dice el enviado especial—. El gobierno ha renovado las restricciones en todo el país, pero no solo en Tropicalia. Han dispuesto más puntos de control a lo largo de todas las carreteras estatales y sobre todo en la autopista interestatal, por lo que esta gran concentración de vehículos a las afueras de los suburbios de Puerto Rey seguirá provocando caos vial por la zona norte y centro de la ciudad. Mi reporte, Karla.

      —Gracias, Marco. Por lo mientras iremos...

      —¿Qué será esta mierda? —Me pregunta Fritz en inglés, mientras gira la perilla del volumen hacia el máximo—. ¿Qué dice? Solo entendí unas cuantas palabras.

      —Hablan de que hay mucho caos vial porque el gobierno ha implementado puntos de control en las carreteras estatales e interestatales.

      —¿Por qué?

      —No sé.

      La locutora retoma el tema unos minutos después tras una pausa. Apenas hemos avanzado unos quinientos metros. Arriba de nosotros se ve el rótulo verde que indica que estamos en la dirección correcta hacia la terminal del Costa. Escucho con atención todo lo que la mujer dice para traducírselo al infeliz que conduce, que se me hace demasiado absurdo que trabaje desde hace años en el lado hispano y todavía no domine el idioma.

      —Dice que los puntos de control que han puesto son como parte de una restricción para evitar que haya mucho traslado a otros estados. Pero no dice nada de los trenes.

      —¿O sea que no podremos salir?

      —No entiendo bien, la verdad.

      —Dejaré este automóvil en la agencia que está a un lado de la terminal. Espero que no haya problema.

      No le respondo. Empiezo a creer que es una jugarreta del destino para que pueda regresar con Alicia. Ante semejante pensamiento estúpido esbozo una sonrisa y aparto el rostro, para que Fritz no crea que me estoy burlando de él. Es tan crédulo en estas situaciones, que a menudo se irrita por cualquier cosa. Me recuerda al muñeco morado que sale en Al revés, o Intensamente, como creo que le pusieron en el resto de Latinoamérica. Sí, hay que decirlo, muchas traducciones de títulos de películas son pésimos en Gamelia.

El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now