Capítulo 42

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Alicia

—Empaca solo lo necesario, Dolores. ¿Ya te pusiste bien el TEP?

      —Sí, mi amor. ¿Ya revisaste el tanque?

      —Ya. Está completo. Además, el cambio de aceite es reciente.

      —No sé qué es eso, cariño, pero qué bueno. ¡Alicia! ¡Apúrate! No se te vaya a olvidar ponerte el traje TEP.

      —¡Sí, madre! ¡Ya voy! —Los había oído a través de la puerta; no era necesario que gritaran tanto.

      Acomodo cada cosa en una mochila y, cuando termino, miro con tristeza mi habitación: los carteles de Audrey Hepburn se despiden de mí con aquella carita tan hermosa e ignorante de un futuro desolador como lo es este; mis libros se quedan en sus repisas, como si se quejaran de que los abandono, y le digo a Harry que, pase lo que pase, él siempre estará en mi corazón; miro la ventana, a la vez que afuera pasan los helicópteros, y otra vez quiero sacar todo mi dolor; las paredes, mi techo, la cama, todos se quejan mientras los sacude un temblor muy lánguido. Durante toda la noche-día estuvo temblando así. Escuchaba crujidos en la mampostería. Creía que la casa se partiría en dos. Soloera Estela avisándonos del poco tiempo que nos queda.

      —Deséenme suerte, Audrey, Harry...

      —¡Alicia! —gritonea Mamá—. ¡Apúrate!

      —Ya voy.

      Cuando bajo solo me encuentro con una piscina de zozobra e incertidumbre. Parece como si supiéramos lo que estamos haciendo, pero en realidad nadie tiene ni idea. No tenemos mucha esperanza tampoco, aunque estamos seguros de que no seremos los únicos.

      Tranquilo, déjame explicarte.

      Anoche, en el instante en que quitaron las barras de colores, el presentador, un poco más optimista, dio el anuncio de que había esperanza para salvar a la humanidad. Se supone que el gobierno había dispuesto naves espaciales a tiempo con la misión de salvar a los que se pudieran. Sin embargo, hay un detalle que a todos nosotros, los Huberi principalmente, nos ha tenido en vela, pues las tales naves NOAH, de un tal proyecto ARCA, han puesto requisitos duros que ninguno de nosotros puede cumplir. Una ley llamada «La Ley TOP», promulgada apenas ayer, es la que hace posible este tipo de selección.

      Y bueno, sin más, aquí te los muestro:

1. Ser influencia, famoso, de alcurnia o acaudalado (mínimo ganar alrededor de $2,500 GAD al mes).

2. Estudiar o tener ya una profesión u oficio de aporte, o haberse titulado en la universidad. Estos deben ser principalmente policía o autoridad, bombero, gastrónomo, médico o relacionados, miembro importante de cualquier institución religiosa, profesor, académico, literato, investigador, científico, artista influyente, ingeniero y licenciado. Si no se gana el sueldo especificado, debe tener logros, trabajos o habilidades que aporten el mismo valor. Toda ocupación ajena a las anteriores deberá ser analizada por la Oficina de ARCA, perteneciente a AGES, ya que se admitirá determinado número de gente proveniente de ramas imprescindibles. Quienes quieran realizar una apelación, deberán acudir a nuestra sucursal en cada estación designada para los despegues.

3. Ser familiar nuclear de los anteriores.

4. Haber nacido dentro de los Estados Unidos Gamelianos.

5. Tener una salud impecable.

6. No tener antecedentes penales. Aunque se cumpla con los anteriores, la Oficina del ARCA podría denegar el paso a quien cuente con un registro negativo penal.

7. Tener menos de 80 años.

8. No contar con esterilidad.

9. Mostrar documentos que hagan constar los puntos anteriores.

      Como verás, yo no aplico a esta lista, ya que he reprobado la prueba PAU y es posible que no me quieran dar otra oportunidad, dadas las alturas del problema. Mamá sabe cocinar, pero ella bien sabe que no compite contra los gastrónomos que han de solicitar allí. Papá, por el contrario, es solo un mecánico. Ninguno de los dos tiene una licenciatura, mucho menos una ingeniería. Estos puntos ya los hemos discutido anoche, y el único que nos da cierta esperanza de acudir a esa dichosa oficina, es que las peticiones serán analizadas. Nuestra apuesta es por mí, por lo cerca que estoy de la universidad; si yo aplico, mis padres aplicarían gracias a la regla tres. Obviamente, la única manera seria presencial, tal vez porque no tendrán tiempo con esto de las horas muertas. Así que, pues, viendo cómo están las cosas, creo que será una carrera por la salvación.

      —Ya, Alicia, ya vámonos. Deja de mirar la pared y hablar sola.

      —Sí, Papá.

      —Es hora de salir de aquí, mi niña. —Mamá me consuela y me da un beso en la frente, debido a la actitud exigente de Papá—. Vas a ver que podremos entrar a esas naves y nos salvaremos. Tenemos mucho que ofrecerles.

      Salimos de la casa y el motor de la camioneta se enciende. Vemos que por la calle pasan otros coches como si echaran carreras, casi al punto de estrellarse en las palmas de las aceras, y Papá maldice. Los tres sabemos que ellos han tenido la misma idea: ir a Gran Paraíso, donde se supone que se encuentra el Arca de Noé, como los estadounidenses la han llamado, así como también está la oficina que recibiría a quienes apelen su boleto a la salvación.

      Doy una última mirada a la casa, que se queda atrás en cuanto abandonamos la tapia, y comienzo a temblar como de frío; una severa ansiedad me consume y pretende romperme en pedazos, o al menos así se siente. ¿Será que podremos llegar? ¿Nos salvaremos? ¿Veré a Bernie por segunda ocasión?

      Abro mi bolsa y extraigo su teléfono. He estado cargando la batería. Estoy segura; lo presiento bien al fondo de mi pecho: sé que él llamará tarde o temprano y escucharé su voz una vez más.

      Ay, Bernie. Yo también te amo.

El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now