Capítulo 12

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Alicia

Ya ha caído el anochecer. A la salida me espera Luna en su bicicleta. A menudo siento que es un desperdicio para ella recorrer desde la esquina en que nos separamos, hasta su casa, que deben ser como doscientos metros. Es muy poco lo que monta. Se la pasa más arrastrándola a mi lado que utilizándola. A ella que le encanta tanto. En fin, parece gustarle lo que hace por mí. Se lo agradezco bastante.

      —No te fuiste a tu casa.

      —Me quedé platicando con Quentin y los otros.

      —¿Con esos idiotas? ¿Para qué?

      —Bueno son los únicos compañeros que quedan de nuestra generación. —Se encoje de hombros y avanzamos por la avenida que nos lleva a Las Gaviotas, nuestro vecindario—. Quería saber sus impresiones del examen.

      —¿Y qué dijeron?

      —Jaqueline dijo que no entendió ninguna pregunta.

      Ambas estallamos en risas.

      —¡Te dije que ella tenía el coeficiente de un mosquito!

      —Oye, no ofendas a los mosquitos —bromea Luna—. En cambio, Quentin y Michael están muy confiados en que sacaron Satisfactorio en los resultados.

      —¿Y Gerardo?

      —Bueno, él parecía inseguro.

      —Me está dando miedo.

      —¿Por qué? ¿Porque Gerardo está inseguro?

      —No. Bueno, sí...

      —Pues Gerardo se quejó de lo mismo que tú.

      —¿Que todas eran respuestas válidas?

      —Mas o menos.

      —Pero él es muy bueno en física, y geografía creo también. Si él está inseguro de sacar Satisfactorio en el PAU, eso solo quiere decir que estoy completamente muerta.

      —No lo creo. Que él se sienta así no quiere decir que tú estés peor. Deberías confiar más en tus conocimientos. Oye, ¿y qué pasó con tu sesión?

      —Ah, pues estuvo bien... No, la verdad estuvo del asco. ¡Pasé mucha vergüenza! Figúrate que estaba yo allí en su malhadada oficina admitiendo cosas que hago en mi tiempo libre.

      —¿Y qué haces?

      —Pues nada...

      —¿Te refieres a un pasatiempo? —Aquí caigo en la cuenta de que había cometido un error contándole a Luna sobre la sesión—. ¿Tienes uno? ¡No sabía! Cuéntame.

      —Si ya pasé por semejante vergüenza allá, no esperes a que te lo cuente a ti.

      —¿Qué es? ¡Anda! ¡Dime!

      —No...

      —¡Anda!

      —¡Oh que no!

      —¿Dibujas? ¿Escribes?

      —Déjame...

      —Con toda tu imaginación de seguro pintas dinosaurios, o unicornios, no sé. Eres como un unicornio ahora que lo pienso. —Luna, riéndose de forma bien socarrona, me pica varias veces con el dedo sobre el brazo, y dice—: ¡Anda! ¡Dime, dime, dime, dime!

      —No.

      —¡Ya sé! Haces mangas con monas chinas.

      —Luna... ¿qué demonios dices?

El gran destello en el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora