Capítulo 27

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Ya son casi las doce. Bernie me acompaña en la bicicleta; él va parado en los posapiés, caracterizado de chico misterioso con sus lentes oscuros, y yo conduzco, con un poco de dificultades debido a mi inexperiencia. Por momentos se me gira el manubrio hacia un lado. Si no es porque él me dice que estamos a punto de chocar con los desperdicios, no me daría cuenta de nada. No es que esté ciega, claro, sino que voy tan metida en mis pensamientos a causa del pavor que me genera ver por fin a mi padre, que concentrarme en conducir se vuelve lo más complicado del mundo. Bernie también nota mi pobre habilidad en esta cosa; aunque, en lugar de criticarme u odiarme como de pronto siento que lo haría, me alienta diciéndome que yo puedo o que tenga confianza. Quién sabe si lo tenga presente, pero escuchar su apoyo me hace sentir una fuerza rara. Un buen presentimiento me inunda el pecho y las fallas al manubrio son cada vez menores. Y pensar que, al acabar todo este horror, él buscará su regreso a donde pertenece.

      Tengo que dejar en claro que Mamá está en casa ahora. Se había quedado en la sala de estar, por si acaso recibíamos una llamada telefónica pese a las constantes fallas tanto en los medios como en las líneas. Quería ella venir, pero, por seguridad, la convencimos de que pronto tendríamos información de él. También se había mostrado satisfecha con la idea de esperar cualquier señal de Papá, pues recordemos que al llevárselo, después de romper su ropa, los de la OCS se habían llevado también algunas pertenencias como parte de un protocolo. Ahora cree que él llamaría para avisar que está bien. Así lo creo igualmente, y así debe ser.

      En fin, como lo había pensado, la ciudad se encuentra casi vacía. El tránsito lleva nuestra dirección. Seguro van también por sus familiares al hospital. No es el único edificio de Puerto Rey, por supuesto. Se llama Hospital Central, pero así es el puro nombre, porque hay Hospital Esperanza, Clínica del Ángel y múltiples establecimientos públicos para lo mismo. Por si creías que íbamos toda la ciudad al mismo sitio, pues no. Este lugar es solo de los más grandes, y es muy conocido por tener muchos especialistas y buena tecnología.

      Ya estamos a las afueras del hospital. Hemos hecho poco más de treinta minutos por lo mucho. Hay mucha gente cerca de las puertas, y también varios coches estacionados hasta en doble fila. Como parece que la espera será larga, venimos ya listos con bocadillos que nos preparamos en casa. Mientras nos formamos en la fila oficial, en la que recibirán solo a quienes esperen pacientes intoxicados de radiación, creo que Bernie pone una de sus tantas caras de preocupación.

      —Siento que veré a mi padre aquí.

      —¿Crees que pudo haber venido por ti?

      —Tal vez. Me dejó de llamar; pero como está la situación, probablemente pudo haberse encontrado con errores de conexión. —Se frota el brazo con mucha fricción—. Pudo haber venido al dar con este tipo de conflictos.

      —¿Es posible que se haya quedado allá?

      —No lo sé. Con todo esto que sucede... Espero que no esté aquí, o en cualquier lugar. Lo conozco, y algo me dice que cabe la posibilidad. No es tanto que le preocupe mi bienestar, sino que siempre ha querido mantenerme dentro de sus planes. Tiene la visión de un futuro en el que yo sería una especie de eje para propaganda política.

      —Horrores, Bernie, ¿es en serio?

      —Me lo dijo antes de venir yo acá.

      —Espero que no estés deseando todo lo contrario a lo que creo, que consideres conveniente que le... —Carraspeo, ya que me siento insegura de continuar—... que le pase algo.

      —¿Alguna vez has pensado que no sabes qué sientes?

      —Eh... sí, creo que sí.

      —Sé que mis sentimientos hacia él están bifurcados. Siempre ha sido un ejemplo para seguir: es responsable, ambicioso, todo un monstruo del periodismo. Ya lo conoces, dice sus opiniones sin importar si ofende a otros o no; le importa un demonio si sus palabras hieren. La sociedad no es la única que se puede quejar de sus peores hábitos. Y, aun así, no sé si deseo verlo vivo y sano para que lleve a cabo todo lo que quiere hacer, o si será mejor que... le pase algo, como dices.

El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now