Capítulo 8

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Alicia

¿Te divertiste? —pregunta Luna, haciendo referencia a los días que estuvimos ausentes de la escuela. Buenavista había sido verificada durante tres días, creo, para que vieran si había daños o no, y resultó que la estructura estaba bien. Habíamos hablado Luna y yo por LinkApp, así que estuvimos al tanto de lo que hace la otra. Su pregunta es un tanto irónica.

      Vamos por la calle hacia Buenavista. Ella hala su bicicleta del manubrio y yo voy a su lado.

      —Se la pasaron dejando tarea como el infierno. Yo pensé que al menos me libraría un poco de todos los deberes —digo.

      —Pues no, amiga. Oye, ¿y ya viste que tembló en todo el sur?

      —¡Sí! Y dicen que ya van casi treinta muertos; que sí se cayeron varios edificios, sobre todo en Gran Paraíso.

      —Es verdad; hubo mucha destrucción. Yo creía que no había sido fuerte. También dijeron que hubo amenaza de tsunami, tanto para acá como para República Dominicana, Cuba y Puerto Rico. Mi tío dice que probablemente vaya a Gran Paraíso a ver si mi abuela está bien, porque nunca le contestó el teléfono.

      —Oh, Luna, siento escuchar eso. Espero que todo salga bien.

      —No te preocupes. Mi abuela es dura. Sobrevivió al huracán Fausto en el '73.

      —Guau. Tu abuela parece ser muy fuerte. Mis padres, por fortuna, ni habían nacido, creo.

      —Qué bueno porque murió mucha gente. A veces nos queda el recuerdo de lo imparable que es la naturaleza. Oye, por cierto, ¿ya pensaste en pedirle ayuda a los del Programa Vocacional?

      —Sí...

      —¡Alicia! ¿En serio? —Me acerca la mano como para ver si tengo fiebre. Yo quito sus molestos dedos de mi cara y nos reímos un poco.

      —La verdad es que me gustaría cercenar de una vez a este problema de la raíz.

      —Por fin haces algo al respecto. Pero no salgas con que después ya no quieres ir.

      —Ojalá que no.

      —Porque luego cambias de opinión y...

      —¡Luna! No me predispongas.

      Ella aleja el rostro, pero es fácil ver que se divierte. Al menos cuando se burla de mí se apena un poco. Qué considerada.

      Llegamos a la escuela y platicamos sobre mis expectativas del programa. Por dentro siento una especie de opresión que me hace pensar que voy por un camino medio incorrecto. Casi siempre sigo a mi intuición, y sé que cuando algo me dice que estoy tomando una decisión mala, debo hacerle caso. Pero si me echo para atrás, Luna, mis padres y mi yo del futuro se pondrán de berrinchudos. No es que sea muy complaciente, pero de todos modos allí voy.

      Una vez que mi amiga estaciona su bicicleta en los aparcaderos, aquellos constituidos de tubos amarillos, nos metemos a uno de los edificios que tienen puras oficinas y periódicos escolares en grandes vitrinas, empotradas en las paredes. El entorno es muy gratificante: hay pasillos que tienen máquinas de café, cientos de papeles y personas que andan en traje todo el tiempo. Es en este momento cuando me visualizo como una mujer en un proyecto importante, ahí en aquellos cuartos con mesas, sillas y pizarrones, en los que daría, según yo, todas mis ideas. Se me ocurre que quienes estén sentados en las sillas podrían decir: «¡Hey, Alicia! Lo de los unicornios pintados en los vasos de café es una gran idea.» Todos aplaudirían y me elegirían la empleada del mes, o no sé, algo así. ¡Imagínate que la empresa suba las ganancias gracias a mí! Sin embargo, todo es hipotético; no tengo idea de qué haría yo en oficinas. Creo que no me atrae mucho estar allí, siguiendo odiosas rutinas, vistiendo feas faldas cafés o grises. Si por mí fuera, ¡iría vestida de perro verde!

El gran destello en el cielo ©Where stories live. Discover now