Capítulo I

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1.

Pesadillas.

Viernes. A las cuatro de la madrugada.

Otra vez desperté hiperventilado, sin ubicarme en el espacio y tiempo. Era increíble lo mucho que una persona podía sudar luego de ser atrapado dentro del mundo de sueños y pesadillas. Más pesadillas que buenos sueños si somos claro.

Aun podía verlo.

Ese maldito camión chocando con mi cuerpo, mientras la luz me encandilaba y yo cerraba mis ojos, esperando mi muerte en ello.

Fui arrollado.

Me arrollo un camión en una carretera, seis kilómetros de ese mirador. El mismo donde la encontré. Desde donde corrí en busca de ayuda.

Carta.

Mirador.

Carretera.

Accidente.

Limbo

Morí.

Yo morí.

Sin embargo, volví a la vida. Respire otra vez, despertando en un hospital. Mi garganta irritada y quemaduras por el desfibrilador en mi pecho.

Me senté en mi cama, sintiendo las gotas de sudor corriendo por mi piel. Era invierno. Lo sabia al ver las ventanas de mi habitación empañadas y la nieve cayendo en plena noche. Estuve un largo tiempo mirando el paisaje fuera de mi hogar, pensando en todo.

Pose mi mano en el cristal, dejando la marca en el material.

Estaba frio.

Si podía sentir esto, significaba que estaba vivo. Era capaz de sentir el ambiente a mi alrededor. Oler y palpar los objetos. Ser tangible en la vida.

Lleve mis piernas contra mi pecho, abrazándolas con necesidad. Hundí mi cabeza entre su unión, repitiéndome como cada noche la lista de palabras necesarias para mantenerme cuerdo.

Mi nombre es Adrien Agreste.

Dieciocho años.

Mori una vez.

Reviví.

Vi la carta.

Recordé. Mirador.

Cuerpo.

Ella.

Ladybug.

Marinette.

La conocí en el limbo, donde mismo fuimos separados.

Esta en coma desde hace ocho meses.

La chica de preciosos ojos zafiro, cabello azabache y sonrisa alegre. Vestida de un cosplay de caperucita roja. Valiente. Audaz. Una chica increíble. Torpe y melancólica. Solitaria.

Ama dibujar.

Quiso tocar las estrellas.

Una chica que se enfrentó a la muerte. Es genial. Una chica fabulosa.

La chica de quien me enamore estando en el limbo.

Quien me salvo de la mismísima muerte.

Cuarta regla.

Volví solo a la vida. Ella se quedó encerrada ahí. No pude salvarla. Soy un completo inútil.

Puedo verla.

Marinette cayendo al querer tocar las estrellas. Desapareciendo de mi campo de visión y mi mano sin alcanzar la suya. Dejándole el camino libre hacia la otra vida.

Constantemente sueño con ese día.

Corriendo por el bosque por ayuda. Deseando que alguien que no fuera yo la salvara. Encontré su cuerpo, no se movía. No podía alcanzarla. Ni siquiera sabia si en ese momento estaba viva.

Estaba asustado.

Mis pesadillas van de Marinette cayendo por el acantilado a mi despedida con su otro yo en el limbo. Sueño frecuentemente con su figura y mi mano queriendo alcanzarla.

Siempre despierto cuando estoy a punto de tocarla.

Mis ojos empezaron a derramar un mar de lágrimas, mientras mi labio no dejaba de temblar. Hasta mi cuerpo se agitaba con violencia. Al menos ahora podía abrazarme en esta pose lamentable. Habían pasado varios meses, ya no necesitaba las muletas o el vendaje en mi brazo. Me encontraba bien.

Totalmente saludable.

Fui el único que tuvo la oportunidad de caminar sin quedarse inerte en un maldito hospital.

Cada vez que estoy a solo, unos sentimientos de tocarla y traerla conmigo a la vida me invadían. Mientras ella recitaba las siguientes palabras.

—Adiós, mini miau

Esta fue otra de las noches que llore hasta el jodido amanecer. 

|2| Guiare tu camino - MLBWhere stories live. Discover now