Capítulo XXXIX: 71526483

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-Mierda...- Thomas volvía su vista al grupo.

-¿Qué? ¿Hay un penitente?- El pequeño Chuck preguntó, y se notaba cómo su garganta se estaba cerrando; apenas pudo sacar un hilito de voz.

El pelinegro asintió, causando que todos largaran un suspiro de temor. Preparada para lo que venía, Liz sacó del bolsillo de su suéter el cordón, que le había servido para atarse el cabello desde el día 1; puso con dificultad su pelo en una cola de caballo, mientras Thomas intentaba darle ánimos al grupo. Eran 13, si habían podido enfrentar a uno siendo dos, esto era pan comido.

Elizabeth pudo sentir  la mirada de su compañera en ella.- No creerás que me olvidé de ti-. Le dijo, sacando del bolsillo un retacito de tela, y recibiendo una sonrisa. 

Se lo entregó, y mientras la pelinegra se hacía un moño, Minho le dio la llave a Chuck.- Lleva esto... y quédate atrás-. Le advirtió el asiático.

-Tranquilo, yo te cubro-. Aseguró Teresa, viendo que Elizabeth estaba preocupada por el muchacho. Chuck se giró hacia ella y apretó una sonrisa.

Sin perder más tiempo, Thomas comenzó a explicar el plan en voz baja.- Cuando crucemos se activará, y la puerta va a abrirse. Manténganse unidos, cerca, y lo vamos a lograr, ¿de acuerdo?- Intentaba levantar el espíritu.- Saldremos de esta-. Asintiendo seguros, y con la adrenalina apunto de desbordar de sus cuerpos, los habitantes apretaban sus lanzas con fuerza.

-Saldremos ahora, o moriremos... haciendo el intento-. Agregó Liz, tragando fuerte al final, y recordando que podría ser el final de su corta vida.- ¿Listos?- Se volteó hacia Thomas.

El corredor asintió, y clavó su lanza fuerte contra el piso.- Hay que hacerlo. ¡VAMOS!- Gritó, y cual vikingos en la era medieval, encararon hacia la muerte segura, sabiendo que si fallecían sería con honor.

El grito de guerra retumbó en las paredes del Laberinto, alertando al monstruoso centinela.

-¡Hacia la orilla!¡Todos juntos, empujen!- Exclamaba Elizabeth, intentando tirar al animal por el acantilado.- ¡Diablos!- Maldijo, al ver que el plan no había funcionado. El penitente se estaba volviendo en su contra, flameando su aguijón cómo si estuviera eligiendo una presa.

-¡CUIDADO CON LA COLA!- Gritó Minho, y todos se agacharon.- ¡JEREMIAH!- Ya era muy tarde, el restaurante para bestias estaba abierto, y la cena había sido servida en bandeja de plata.

Plantando las patas con fuerza en el suelo, el penitente se acercó a la pelirroja, intentando alejarla del grupo.- ¡NO!- Teresa tomó el machete que traía con ambas manos, y tal cómo Alby lo hizo, cortó una de las extremidades del penitente a la mitad. Este calló al suelo, al igual que la llave; el impulso la obligó a golpear a Chuck por accidente, y el objeto salió disparado.

-¡Shuck!- Exclamó el pequeño, persiguiendo el cilindro que rodaba fuera de su alcance.

-¡CHUCK, CUIDADO CON EL PRESIPICIO!- Intentó advertirle Liz, mientras forzaba al insecto gigante a alejarse de ellos.

El niño se deslizó boca abajo, atrapando su oportunidad de salir justo a tiempo; resbalándose casi fuera del camino.- ¡TE TENGO!- Gritó Teresa, tomándolo por la camiseta. 

Chuck soltó un suspiro de alivio, pero le duró poco. -¡SÚBEME, SÚBEME AHORA!- Comenzó a patalear al ver las patas de metal trepando por el muro.- ¡TERESA SÚBEME YA!- Con mucho esfuerzo, la muchacha logró arrastrarlo hacia ella; no tuvieron ni un pequeño descanso, tuvieron que volver a correr instantáneamente. 

-¡SÓLO UN POCO MÁS!- Cantaba victoria antes de tiempo, Minho. Gracias al esfuerzo de diez personas, el penitente calló, perdiéndose en el oscuro (y vaya a saber qué tan profundo) acantilado. -¡ESO ES!- Chocaban los cinco, y festejaban, sin saber que la peor parte estaba por llegar.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2023 ⏰

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