Después de que Lidia le da de comer, Dahey la mantiene arrullando y la ve con mucho amor.

No necesitó que se la presentara, ella ya la acogió como su primera nieta.

—Su nombre es Idylla Evangeline, obviamente yo escogí Idylla—Presumo.

—Tienes que contarnos todo, estoy preocupada por ti—Susurra.

Mando a Lea y a los otros tres acompañantes a recorrer el pueblo y que busquen las rutas de salida y cosas así, con la mentira que es para proteger mi seguridad, pero no es así, lo único que quiero es poder tener privacidad para hablar con Dahey.

Cuando se van, me dedico a darle un breve resumen, pero antes, ordeno a Lidia que se lleve a Idy a alguna habitación, para que ella tampoco escuche.

La puerta se abre y veo cómo entra Felipe, más demacrado al que ya conocía, a pesar de eso, cuando me ve, avienta todo lo que lleva cargando y ambos corremos a darnos un caluroso abrazo y de nuevo, todos lloramos, después de un emotivo reencuentro. Dahey ordena a Felipe que se siente a comer, mientras yo les relato todo lo que he vivido en estos últimos meses, no omito ningún detalle, me abro ante ellos y les cuento mis mayores temores.

Aun así, guardo mi mayor secreto: cómo salvar a Atheya, es algo que debo de mantener para mí, para seguir manteniendo el control, y de decirles, también los pondría en peligro.

Dahey y Felipe también me cuentan cómo la pasaron después de mi partida, me dicen que Henry comenzó a acecharlos, amenazarlos y hasta los intentó atacar, todo con el fin de sacarles alguna respuesta sobre mi paradero. Pero ellos siempre mantuvieron su boca callada.

Dicen que el padre de Henry de un día para otro desapareció del pueblo y luego fue hallado en la inmensidad del bosque, desmembrado, les echan la culpa a los lobos.

Mientras que ellos tenían miedo por su vida, un día, un rayito de sol, o sea Edward, se dio cuenta de cómo los acechaba Henry, y les prometió protegerlos, y lo hizo, él puso todos los candados en esa puerta.

Y a la larga, desapareció Henry de sus vidas, se fue, y Edward aún no lo ha podido encontrar, a pesar de todo lo que les hizo, ellos siguen temiendo por su vida, pues cambió abruptamente su faceta de niño encantador a la sombra de su personalidad.

Llega el momento de cenar y todos lo hacemos, hace un rato llegaron los que salieron a inspeccionar el pueblo y sé que se divirtieron, creo fielmente que ellos jamás habían salido de su reino, y ver a las personas que son completamente humanas y sus formas de actuar, les va a servir para que se den cuenta que no son muy diferentes a ellos.

Ya de madrugada todos necesitamos dormir, no quiero hacerlo, tengo el tiempo contado para estar con mis viejitos, pero es necesario, nos dividimos de la siguiente forma.

Las tres mujeres, vamos a dormir en lo que fue mi habitación, le cedí la cama a Lea y a Lidia para que duerman junto con Idy, y yo me quedaré en el piso, sin negociaciones. Los tres muchachos que nos acompañan duermen en la sala, ellos sabrán cómo acomodarse, y a quien no decidimos mover fue a Dahey y Felipe, después de una larga discusión para podernos acomodar, nos despedimos y cada uno se va a su respectiva habitación.

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A la primera luz del sol los despierto a todos e intento cocinarles, no sale el resultado que esperaba, pero todos aceptan gustosos, y ya no es como la primera vez que cociné, ya no es un desayuno vomitivo. Unos comen doble porción, y Dahey y Felipe que ya tiene el estómago muy débil, se abstienen de comer.

Mientras todos nos arreglamos para salir, gracias a mis ordenes, Dahey me entretiene hablándome de que escribió un libro sobre las recetas que ella hace, y termina por regalármelo, diciendo que yo le daré un mejor uso.

Primero me niego a que nos traslademos en el carruaje, todo nuestro camino es a pie, hasta el mercado de este poblado. Compro muchas cosas para llevar de retorno al pueblo, y les reparto un poco de monedas a todos mis acompañantes para que ellos compren también algo para su familia.

Yo solo quiero llevarle algo a Damen, Cédric y Lily, pretendo que tengan un recuerdo de algo diferente a Atheya, y me divierto al ver las caras de asombro de todos los que me acompañan, hasta Dahey y Felipe, nos compran chucherías para que probemos de todo.

También compro una canasta y fruta, tengo ideado conducirlos a mi cascada, les dije a Dahey y Felipe en la mañana, para que no digan nada a mis acompañantes.

Cuando terminamos de divagar, los dirijo por la cascada, no he olvidado el camino.

Todos me siguen en silencio y yo no puedo con la emoción que me alberga, cuando llegamos, en vez de ver el hermoso paisaje, veo sus caras de asombro, no tiene ningún precio ver sus sonrisas.

Soy la primera en aventarme con toda la ropa a la cascada e insisto que todos se avienten, Lidia tiene ganas de hacerlo, pero tiene que cuidar a Idy, nos turnaremos para disfrutar.

Naturalmente, pasamos toda mi última tarde disfrutando de la vida, y me doy el lujo de bajar mis barreras por un tiempo.

Regresamos todos escurriendo a la casa de mis viejitos, y llega la hora de despedirse.

Intento convencerlos de regresar con nosotros, pero están renuentes en dejar su casa, dicen que prefieren que los visite. En secreto les dejo todas mis joyas, para que Felipe no tenga que trabajar por el resto de su vida, y ambos se disfruten.

Es lo menos que puedo hacer en agradecimiento de todo lo que hicieron por mí.

Después de una emotiva despedida, subimos todos al carruaje y emprendemos el viaje de regreso.

Me siento feliz, pero estos sentimientos duran hasta que me doy cuenta de que mi realidad no es la que siempre soñé. Mi única aspiración era ser una mujer libre e independiente.

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