Epílogo

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     La rabia me invade y acelero con más fuerza, si no tengo cuidado tendré un accidente, me moriría, pero no puedo, no hasta que me vengue de esa niñata mocosa y de el imbécil que se cogió a mi novia. Los odio a ambos. Odio que Hermelinda sea tan feliz y que sea tan idiota como para darle otra oportunidad a ese asesino y violador de Nicolás Bonnet. Los odio con tanta intensidad y con tanto ímpetu que ni me doy cuenta que en mi proceso de saña voy pisando con más y más fuerza hasta que llego a mi destino. Se tardan al menos de una hora en llegar, pero con la fuerza he conseguido llegar en al menos media hora.

     Odio esta maldita casa. Odio a esta familia. Odio a sus amigos y me odio a mí mismo por haber venido; pero tengo un plan y necesito de su ayuda para cumplirlo. Los odio tanto y jamás voy a perdonar a Hermelinda por haber dicho lo que dijo. ¿Cómo coño se atreve ella a hablar de mi padre y a echarme la culpa por su muerte? ¿Quién vergas se cree esa estúpida? Voy a hacerla pagar por lo que dijo y voy a hacerla sufrir a tal grado que me va a implorar de rodillas.

     Voy subiendo los escalones de su mansión y es entonces cuando recibo un mensaje:

Hola. Siento las cosas que te he dicho y también siento mucho todo lo que ha ocurrido. Por favor, Raúl permíteme disculparme.

Vas a hacer algo más que disculparte, Meli. Te voy a hacer sangrar por lo que me has hecho. La primera vez que la vi pensé: que era una sola chica que es igualita a todas las demás que me rodean. Al verla con el overol a modo: inocente; y al verla con esas botas de cinta, pude comprobar mis sospechas: ella es una chica igual o peor que se le parece bastante a una hipócrita. Es una maldita hipócrita y encima tiene que salir con esa lacra. Si le hubiera dicho antes lo que ese Nicolás Bonnet le hizo a mi novia, quizás pude haberla puesto en contra de él desde hace un largo tiempo. El día que la vi con las manos entrelazadas en la cafetería con ese bastardo rubio, supe que ya estaban enrollados. Ahora mismo debe estarla cogiendo contra la mesa o contra la barra de la cocina de mi casa. Es tan imbécil que dé seguro deja que se lo haga en la ducha sin condón.

He de admitir que en un principio yo también me la imaginaba en la ducha. Todavía recuerdo la primera noche que estuvo en el departamento y se metió a bañar tan solo llegar. La escuchaba cantar con un volumen de voz tan suave y tan sensual que no pude evitar masturbarme ahí mismo e imaginármela con sus piernas pequeñas y formadas bajo el jabón y en sus pechos ligeramente grandes y empapados. Me vine más rápido que en muchos años de placer, incluso más rápido que cuando Lucía y yo nos revolcábamos. Tenía que cogérmela. La invite a la universidad con la intención de hacerla mía en una de muchos pasillos, pero como siempre, el bastardo tuvo que aparecer y dejarme en claro que mis sentimientos no eran nada más que puras ilusiones con una chica tan pura como Meli. En cuanto lo vió, supe que ella había sido capturada por sus redes; perdí mi oportunidad desde ese instante en cuanto lo defendió, por que allí supe que ella le gustaba. No podía acostarme con otra tonta que quería formar parte del clan: Nick, y me esmeré en darle una buena cucharada a todo lo que se venía por la cabeza a la hora de recordar ese día. Cuando la insulte no me esperaba que se fuera, me esperaba que me insultara o que me retara como había echo en el puente o como había echo con Nick; pero se limito a respirar profundamente ante mi demanda y a retirarse a mi antiguo cuarto de ejercicio cuando lo que yo quería era que volviera a discutir conmigo. Me encabrone a tal grado que le hice un escándalo a ese idiota de Nick y le exigí que se mantuviera alejado de ella. Claro, que él se limito a mirarme con petulancia y a decirme un par de cosas que ahora mismo no recuerdo por la borrachera que me eche para olvidarla. La odiaba por haberme encantado y por haber encantado a ese macarra. La odiaba por haber venido y tratar de llevarme. La odiaba por recordarme tanto a Valeria; toda esa inocencia me recordaba a aquella que pudo haber tenido si no la hubieran violado. La amé, amé a mi chica y lo peor era que ni siquiera pude haber imaginado un futuro sin ella. Si algo así le llegara pasar a Lucía..., porque ahora que la tengo no puedo darme el lujo de volver a perder a alguien que ya he marcado. Desde que Lucía me dijo que había visto a Meli salir del cobertizo con Nick, supe que ya la tenía entre sus redes. Ya era suya. Me puse como un loco y empecé con los antiguos malos pasos que me orillaron a dejar la universidad por el pleito con Nick desde hace dos años. Lo odio.

Llego a la puerta y encuentro lo que busco al momento de abrirla. Veo a Lucía en un extremo de la cama y veo a Gabriel acostado boca arriba en una de sus almohadas con la vista pegada a las vigas falsas que cuelgan de su techo. Sé que antes él y Lucía eran novios, pero ella siempre me ha dicho que ya no le quiere y que sólo finge para que su padre no sospeche de lo obvio en su hijo. Veo a Alejandro en la otra punta de la habitación, con ambos brazos cruzados y la vista pegada a la alfombra blanca de la habitación de Gabriel. Veo a Daniela y a Daniel sentados de piernas cruzadas jugando a su estúpido juego de las adivinanzas y me pregunto si en realidad podemos contar con Daniel para este juego. Sé que a él también le gusta Meli y que se opone a hacerle daño; pero también sé que le molesta verla con su medio hermano, así que puede ser útil.

– Ya era hora.

– Estaba en otra cosa –cierro la puerta y me siento delante de Lucía.

Mi chica no tarda en abrir la boca y en meter la lengua hasta el grado en que me deja deseoso de más. A veces imagino cómo debe de hacerlo Meli, y de inmediato me encuentro pensando en besarla y en sustituir los labios de Nick por los míos; pero ella ya no sirve, porque su inocencia se la ha quitado Nick.

– Deja de besar a mi novia falsa y ya dinos por qué nos reuniste aquí –protesta Gabriel.

Noto la punzada de dolor que le provoca Alejandro, cuando Gabriel termina su oración.

– ¿No funciono nuestro plan después de que me fuera, osito?

– No, bonita. No funciono.

– ¿La muy mojigata todavía sigue colgada de su brazo? –pregunta en tono socarrón. Sé que a Daniela realmente no le agrada Meli, porque a Daniel le gusta.

– Sí.

– En verdad debe cogerla muy bien –tercia Alejandro.

– No sé la coge... –empiezo a decir, pero de inmediato me interrumpo y me aclaro–: Ella realmente lo quiere y no hay manera de alejarla.

– Se supone que tendrías que hacerlo tú antes Alejandro –dice Gabriel.

– No quiso.

– ¿Por eso pensaste que era buena idea incluir a todo el equipo y decirles que también la molestaran? –pregunta molesto Daniel.

– Mande a Skillet, ¿no?

– Sí, pero a él también le agrada –nos recuerda Daniela.

Aquello no tiene solución. ¿Por qué casi a todos los que conoce Meli le agradan? No comprendo; pero en un momento dado yo también caí preso entre su aroma y entre su sonrisa. Tiene algo que otras chicas no poseen a su edad y eso me pone muchísimo.

– Total, dijo que sé salía y que no quería nada.

– ¡Ese perro! –exclama furiosa.

– ¿Es que acaso todos piensan que es dulce y linda o qué? –pregunta Gabriel.

– No todos –intercede Lucía–. Al menos nosotros no.

– Tiene razón.

– ¿Qué hacemos?

La pregunta y la respuesta pudo haber sido sencilla desde hace tiempo, pero ahora que ella sabe lo que Nick hizo y lo de sus marcas, Meli está más que dispuesta a no dejarlo ir. ¿En verdad es tan idiota como para quedarse con una basura así?

– No te preocupes, ya se me ocurrirá algo.

Espero que sea así. Nick no va a salirse con la suya y después va a quedarse con Meli como si nada. Voy a hacer que se arrepienta, y si para eso iba a tener que ocupar a la única chica inocente en toda esta riña, pues que así sea.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora