53. No debiste haberte suicidado

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Al final decido irme a casa, creo que es mejor para los dos que nos demos un tiempo de... lo que sea que seamos en este punto. No me gusta el Nick que se pone a la defensiva, me gusta más el que comparte sus secretos o al menos unos cuantos. Me gusta el Nick que ríe y me besa tiernamente cuando estamos en cama.

     Me comparte sus secretos: como el hecho de que le dan risas las escenas tristes, le causa mayor felicidad ver una puesta de sol que unas flores, le gusta hacer preguntas con acertijos para conocer mejor a la persona con la que está, el hecho de que le gusta leer sobre ficción y realismo al mismo tiempo, y que le desagrada la idea de hacer un ensayo acerca de ellos, le gustan más los hot cakes que los huevos fritos porque dice que le salen mejor.

     Llevo lista de varias cosas que sé sobre él, mientras tomo el micro y me voy a casa con ayuda del Google Maps. Aún no sé muy bien cómo se utiliza está cosa, porque nunca he necesitado de esa aplicación en realidad. En mi casa tenía la gran ventaja de tenerlo todo tan cerca, incluso tenía una universidad a la vuelta de la esquina y los exámenes de prepa abierta los podía hacer en una escuela pública cerca del mercado. Todo fácil y todo en la palma de mi mano.

     Llego por puro milagro al departamento. Veo que Sarah sale de él con un maletín en una mano y un termo de café en la otra. Me apresuro a esconderme como una cobarde detrás de un puesto de tacos que hay en la esquina. El aroma es insoportable, y ése pequeño detalle me recuerda que tanto a Nick como a mí, no nos gustan los tacos al pastor. A él por su sabor y a mí por el aroma; me dan ganas de vomitar en plena calle. Sarah se va en su auto y veo que toma el puente que va justo a la autopista. Espero que Carol no esté en casa.

     Cuando abro la puerta cuento con la suerte de que así es. Mi mente y mi cuerpo lo agradecen, no quería pelear con Carol y Dios sabe que no quiero hablar con Raúl.

     Aunque eso sólo me recuerda que Raúl estuvo involucrado en una pelea con Nick. ¿Será verdad lo que todos dicen acerca de él? ¿Fue un truco para que ambos se pelearan? ¿Por qué nadie me dice nada? Ya no importa en todo caso, creo que justo terminé lo que sea que estaba iniciando. Mi madre permitió que mi padre le hablara así antes de que la golpeara y yo no voy a dejar que nadie me lo haga a mí. Si hay algo que mi madre me enseño desde muy temprana edad, fue el hecho de que no fuera igual a ella; ésa siempre ha sido mi meta.

     Despejo la mente apagando el celular y decido dormir un rato para aliviar el dolor. Me quito las botas y el suéter, me desabrocho la falda y así me duermo. Si Carol llega que se espere. Si Raúl llega que se espere. Hoy no quiero que nadie me moleste.

–      No quieres que te molesten, pero tampoco quieres estar sola.

–      Cállate Estela, quiero dormir un rato –le súplico.

–      No debiste dejarlo entrar a tu vida. No debiste contarle acerca de nosotras. No debiste decirle de mi muerte catastrófica –me regaña.

–      No debiste haberte suicidado.

–      Tú sabías que ya era mucho...

–      Yo también aguante bastante, pero jamás haría algo tan egoísta sin pensar en los demás antes.

–      Claro –dice–. Por eso tú nunca lo hiciste, aunque querías ¿no? En el fondo te entristeciste, porque querías ser tú la que se quedo en el pavimento con ambas piernas rotas y cabeza destrozada. En el fondo te alegraste por mí, pero tú parte más egoísta te martirizo por no haber sido tú la de la brillante idea...

–      ¿<<Brillante idea>>? –pregunto con sarcasmo.

Me levanto de mi patético estado sólo para gritarle que se largue.

–      ¡Te suicidaste, estúpida infeliz! ¡No hay nada de brillante en eso!

–      ¿En serio? Porque recuerdo que alguien un día confesó que el suicidio era una brillante opción. ¿Recuerdas?

     Mi mente vaga en lo que dice. Es verdad, yo lo dije antes, pero nunca pensé que lo fuera a tomar en serio.

–      No te lo dije para que lo hicieras, pendeja –respondo con un hilo de voz–. Lo dije porque ya estaba harta de cuidarte las muñecas y de preocuparme por una vida que prácticamente no valía nada si pensaba mal a todas horas –replico con todo el odio que soy capaz de engendrar.

     Estela se limita a reírse de mí. Sé que no está, sé que ella está muerta, pero aun así puedo sentir que empujo su cuerpo entero fuera de la cama, cuando lo hago, cambia la cara burlona por una triste y asustada; de un momento a otro me recuerda mucho a mí.

–      Lo siento –digo–. Lo siento. Lo siento. Lo siento.

     Me apresuro a abrazarla. No sé qué otra cosa hacer por ella. Los muertos no tienen nada más que sus amigos: los vivos; me siento con el alma por los suelos cuando la estrecho contra mi pecho.

–      Lo sé –responde–. Perdón, me pase de la raya.

–      Yo también. –Mi voz se quiebra en cuanto las palabras salen de mi boca.

     Quiero verla, pero en cuanto termino de abrazarla, ella ya se ha ido; al menos con ella sí pude hacer las paces, no quiero que se vaya, esta claro que todavía la necesito.

     Estoy agotada así que voy directo a mi cama para recostarme. Vaya día de mierda que he tenido.

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now