26. Tócate [+18]

100 8 0
                                    

Me despierto.

La humedad en mi pelo persiste. Debí haber utilizado la secadora. A lo mejor me enfermo; no soy propensa a sufrir gripes fuertes o resfriados comunes en los que la nariz sólo te escurre como la chica de El proyecto de la bruja de Blair. Pero, ¿para qué tentar a la suerte? Debí ser más cuidadosa. Aquí no es como en Salina Cruz.

Ay, mi hogar. Lo extraño. Echo de menos sus playas, los mariscos, a las personas, caminar descalza, la brisa fresca del mar, el calor que sofoca tu espalda a medio día y la asfixia bajo el ardiente sol. Extraño a mi mamá y a mi tía Andrea. Y... supongo que también a mi padre. Muy en el fondo.

Suspiro...

Algo en mí me incómoda. No puedo volver a dormir. Sé que no debería porque son las cinco de la mañana, pero tampoco quiero levantarme aún. No quiero. Ando de huevona.

Suspiro...

Pataleo como una niña quejumbrosa mientras mis piernas continúan entre las sábanas. Tengo antojos. ¿Una torta cubana? Me quedé con hambre de la pasta y carne bien jugosa que me sirvieron ayer en la casa de los Bonnet. Dios, si así de rica estuvo la pasta, el postre debió ser manjar de dioses. ¡Qué lástima que ya no lo probé!

Suspiro...

Atrapo mi labio inferior con los dientes. Me llevo un dedo travieso a la boca y lo muerdo. Recordar el espantoso colmillo de Nick, asomarse en una sonrisa coqueta en los labios, mientras me sentía con sus ojos y deslizaba su pulgar por mi entrecejo... Oh, no. Junto las rodillas y me acaloro. Y eso que estoy medio desnuda.

Entonces..., todo vuelve a mí. Sus manos en el volante. La curva de su boca cuando me sonríe y me mira sólo a mí dentro de una multitud mucho más interesante que yo. El corazón latiéndome a una velocidad incansable cuando su mano se posó por segundos sobre mi muslo formando caritas... Incluso el recuerdo de su pie subiendo y bajando por mi pantorrilla pone mis dientes a temblar. Incluso el recuerdo de sus dedos rozando el elástico de mis calzones provoca en mí un asentamiento de pudor nunca antes conocido en mi pecho. Incluso el momento en el que sentí cómo cambió el juego de niños entre nosotros, a uno lascivo y en un subidón de adrenalina increíble más allá de la emoción requerida en un momentazo de cine mexicano..., es inexplicable.

Me siento como Catalina cuando escuchó el concierto de su Carlos Vives. Me siento como Tita en su punto de ebullición, hirviendo, como debe estar el agua para hacer chocolate. Como Valeria cuando escuchó a su Raúl recitarle ¡Buenos días, princesa! en el pasillo de un cine. Como Tessa Young cuando admitió que se estaba enamorando de Hardin Scott.

¿Qué me está pasando?

«Las cosas más importantes siempre son las más difíciles de contar...», le dije. Pero no me explico como un sentimiento puede describirse más con inolvidables momentos de novelas rosas y ficción erótica, que con palabras expresadas abiertamente por la persona que experimenta y vive estos instantes de película.

No lo entiendo. Es ilógico. Así como tampoco explico lo que me sucede a continuación...

Toco mis labios en una dulce caricia. Cierro los ojos. Me dejo guiar por el instinto que nace en las puntas de mis dedos. Tomo un tirante de mi top negro, lo deslizo y mi hombro queda al descubierto. Me siento desnuda. Mi pecho sube y baja con cautela. Las palmas de mis manos explotan de calor. Me tiemblan los muslos y despierta el calor en mi entrepierna. Una necesidad extraña que no puede ser explicada con palabras me arranca el pudor de la mente. Mi mano viaja a mi seno y... mi corazón se agita.

Tengo miedo. Ésta es la primera vez que me sobrepaso conmigo misma. Se supone que el cuerpo de la mujer debe ser un templo, pero... si soy yo la que está haciéndose esto bajo su propia voluntad, no creo que esté rompiendo ninguna regla... ¿Cierto?

Así Son Las Cosas [Así somos #1] ✔️Where stories live. Discover now