82. Ya no veía a Estela

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Carolina estuvo tan distraída por su hijo, que ni noto mi presencia en toda la cena. Sarah me sacaba plática mientras, Carol maldecía entre dientes a la dichosa Lucía. Me pregunto cuándo se va a dar cuenta de que Lucía no sale en realidad con nadie. Mi subconsciente amablemente me recuerda que ella fue, en un principio, novia de Gabriel, pero terminaron después de que Gabriel se enteró de que Nick y Lucía se acostaron. Una parte de mí sabe que tendrá que vivir con eso.

     Mi padre se ha ido, que bueno. No lo quería aquí de todas formas; no debo pensar en él, no merece la pena. Nick me acaba de dar el mejor regalo, los mejores días, los mejores minutos de mi vida. Nick es mío. Ahora no es buen momento para decirles que salgo con él. Por lo menos, mi padre guardo el secreto en lo que estuvo aquí, aunque Sarah me comentó, que se fue el mero día de mi cumpleaños cuando no le conteste la llamada. Qué bueno. Por mí, mi padre puede irse mucho al diablo.

     Los mensajes de mi madre me distraen en clase. No tengo ganas de hablar con mi padre en este instante, así que paso de él y de sus insultos hacía mi persona. Si tantas ganas tenia de platicar conmigo, pudo empezar con un: <<Lo siento, hija>>, pero eso nunca pasará, porque mi padre no es capaz de sentir nada por nosotras y de expresar nada por nadie. Es una miseria humana.

     La última clase que tengo es con Gabriel, no tengo idea de lo que le pasa últimamente, pero cada vez que me acerco para saludar, él me ignora o se apresura a salir del mismo espacio, al igual que los gemelos. Me da igual Gabriel, pero tampoco tiene que ser grosero. Nick me dijo que sabe lo nuestro, y confío en que mantenga su boca cerrada hasta que se lo cuente a Raúl y a las chicas.

     Planeo hacerlo hoy. Ya es hora de que lo sepan. Ya tengo veinte, ¿por qué me da miedo lo que digan o lo que piensen de mis decisiones?

     Voy tan centrada en mis pensamientos, que no me doy cuenta de la voz de Lucía interceptándome.

–      Meli, hola.

–      ¿Qué tal? –pregunto en lugar de saludar.

–      Bien, ¿y tú?

–      Mejor que nunca –le soy sincera.

–      Yo también. Los días son buenos últimamente, ¿no? ¿Tú sabes? –dice al darme un codazo en mi brazo a modo: compi.

     No sé si lo dice por mí, o si se lo dice para sí misma. Le sonrío con amabilidad para mostrar mi acuerdo, pero aún no puedo evitar esos nudos en el estómago al verla.

–      Lo digo porque... tú te ves muy enamorada de Nick.

–      ¿Ah? –No sé si me encabrona el hecho de que lo llame: Nick, o el hecho de que me acaba de dar la pauta para golpearla.

–      Descuida, yo sé guardar un secreto –me muestra una sonrisa que nunca antes la había visto esbozar.

–      ¿Qué...? –Me entra pánico.

–      Los vi irse juntos en la primera fiesta, también cuando trató de protegerte de Alejandro y el resto de la plebe, y no pude evitar verlos salir del cobertizo.

     Me sonríe con complicidad, pero yo sólo puedo escuchar un ruido ensordecedor a modo de alerta en mis oídos.

     <<¿Por qué Lucía está al pendiente de mi vida privada? ¿Por qué me lo dice como si fuera un tema de lo más usual? ¿Le dijo Nick? ¿Nick sabe que ella lo sabe en primer lugar? Con <<se lo conté a todos>> no me esperaba que Lucía supiera>>

–      Pero ten cuidado con Nick –dice en un tono más serio.

–      ¿Por qué? –no quiero sonar borde, pero tengo que recuperar la fuerza de una u otra forma.

–      Porque... tiende a mentir, para conseguir lo que quiere. Él siempre te dice lo que quieres escuchar. ¿Entiendes?

<<No, no entiendo.>>

–      A Nick sólo le gustan chicas jóvenes –habla para sí misma; ¿pero a ella se olvidó que tiene casi la misma edad? ¿Por qué dice eso?–. O chicas que guarden relación con Raúl.

     Sigo sin entender.

     Una sensación nueva se abre paso en mi, no sé lo qué es con exactitud, pero puedo jurar que es: rabia. Quiero gritarle a su cabeza hueca que no sabe de lo que habla, pero la voz en mi interior me obliga a mantener la compostura. La voz en mi interior también me dice que Nick guarda secretos.

–      Bueno –dice finalmente–. Salúdame a Nico cuando lo veas.

     Me da un beso rápido en la mejilla antes de salir de mi vista; me he quedado como una piedra y lo peor es que no soy capaz de gritarle porque sigo en dudas. ¿Qué quizo decir con...? No entiendo.

     Cuando la veo irse, me doy cuenta de que en la salida se reúne con Daniela y con Gabriel; estos dos hermanos, en serio que son todo un caso. No veo a Raúl, pero mejor así. Algo raro me sigue en la cabeza. El gusanillo de la duda me invade. Tengo muy mala espina. 

     Camino al estacionamiento, voy pensando y repasando todo lo que Lucía me dijo acerca de mi novio. Estoy consciente de que tiene problemas, he visto las marcas y las señales que lo ponen como un peligro; pero no es mentiroso..., al menos no conmigo. ¿Cierto? Nick no sería capaz de mentirme a estás alturas ¿Verdad? Él no puede hacerme esto con todo lo que sabe de mí. Me ama. Yo lo amo. No me oculta nada, Lucía sólo pretende aventar tierra, pero no entiendo por qué.

–      ¿Por qué no se lo preguntas?

–      Porque no quiero provocar una pelea. Además, ¿y si me equivoco?

–      Nunca está de más preguntar –me aconseja Estela.

     Ya no veía a Estela. Ya no la necesitaba. Estos días me habían servido para olvidarla.

     <<¿Por qué tuvo que empezar hoy?>>

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