—¿Dónde está mi bruja? —inquirió al echarla en falta luego de hacer una rápida revisión.

Rygel estiró el rostro, apuntando Lyn y haciéndolo responsable de que Andrómeda no regresara a la isla.

Este dejó a su garza, y se acercó con un paso al Rey de Wækas.

—Recibió una invitación a una especie de reunión con las otras dos brujas en Gewër. Una de mis guardianas la acompaña, y le doy mi palabra de que la mantendrá bajo su cuidado.

Marseus jamás había escuchado tal cosa como una reunión de brujas, ni siquiera en el tiempo en el que vivía la antecesora de Andrómeda. Sin embargo, nadie refutaba las palabras de Lyn, por lo que no insistiría más en ello.

Además, si Andrómeda estaba en Gewër, no había mucho que pudiera hacer. No en ese momento.

—Qué extraño. Es la segunda bruja que desaparece en Wölcenn... —comentó con un leve tono de desagrado que no pasó desapercibido para Lyn, haciéndolo mirarlo con odio por instantes.

—¿No vas a hacer nada? —reclamó Rygel.

—Si quieres, ve a Gewër y luego me cuentas qué tal te recibieron. —Marseus ignoró el gruñido que respondió su compañero—. Avancemos al castillo, por favor. No sé allá arriba, pero de noche aquí suele ser bastante frío...

—Sería adorable, pero debo irme —anunció Vega, llamando la atención de sus compañeros—. Azhryl no podrá encargarse de todo solo...

—De acuerdo. —Lyn asintió, señalándole que podía volver a su reino.

—¡Oh, su Majestad! —Al no especificarse, llamó la atención de Lyn y Marseus a la vez, pero se dieron cuenta de que llamaba al último—. Un consejito de aliados: las apariencias engañan más de lo que se imagina...

Lyn deseó no haber entendido a qué se refería, y más que nada, esperaba que Marseus no lo entendiera tampoco. Decidió ignorarla y dejarla irse, pero sintió la mirada curiosa del Rey de Wækas sobre él, y poco después, lo escuchó reírse.

Eso tenía que verlo.

En el camino al palacio, Elyon miró cada lugar por el que pasaba, y se detuvo en el puente para ver a los peces nadar a través del canal; bajo la luz de los faroles en cada esquina, era una escena hermosa y tan distinta lo que veía en Wölcenn.

No obstante, Lyn a su lado solo quería verlo a él. A sus ojos azules brillantes por el asombro, y los adorables hoyuelos que se marcaban en sus mejillas cuando sonreía.

—¿Sabes? Toda mi vida me imaginé el reino de Wækas muy... distinto —apreció en un susurro, como si se tratara de un secreto entre los dos que los piratas no debían escuchar.

Lyn sonrió en tanto asentía, dándole la razón.

—Pero no es más hermoso que Wölcenn —añadió al instante, temiendo que su amigo se enojara, a lo que este rio.

Sin embargo, la sorpresa fue mucho mayor al entrar al castillo del reino. Tal vez, su enorme sala principal, y las decoraciones de aspecto tan realistas y tenebrosas, sí se acomodaban un poco más a la visión de Wækas que vivía en su mente, pero más que temor, sentía admiración de que mucho más allá del reino de las nubes, existieran cosas tan distintas y hermosas.

—¿Mujeres con cola de pez? ¿Eso realmente existe? —inquirió al detenerse frente a una de las esculturas de las columnas. Marseus se acercó a él, observándola también.

—Muchos marineros cuentan que las han visto, pero lo más probable es que hayan navegado muy borrachos —rio, escéptico de la existencia de otra especie físicamente tan parecida a ellos—. Existan o no, se han convertido en parte importante de nuestras historias. ¿Es también guardián de su Majestad?

Almas de cristalWhere stories live. Discover now