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EPISODIO 37:
Objetos de decoración

Me había despertado por mi propia cuenta, con todos los acontecimientos de ayer atormentado mi mente

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Me había despertado por mi propia cuenta, con todos los acontecimientos de ayer atormentado mi mente. Teníamos una nueva y valiosa información en manos. Cada vez más cerca de detener a Darek, de salvar a los mundanos y a nosotros mismos también. Un peso que hacia tiempo que no sentía, no desde que me nombraron director del instituto tiempo atrás.

Ahora, no solo los ciudadanos pertenecientes a Nueva York dependían de mi y los cazadores bajo mi cargo. Ahora, sobre mis hombros y también los de Hera, estaba el peso de billones de vidas. Un peso que con cada minuto, hacia que mis pies se enterrasen un poco más en la tierra situada debajo de mí. Debíamos darnos prisa, pensar rápido. Estrechar el vínculo cuanto antes, y ponernos a practicar los diferentes trucos que esconde el libro otorgado por Raziel. En alguna de estas páginas, se encuentra escondido el antídoto, la otra cara de una misma moneda. Tengo la solución en mis manos, y no sé cual es.

Magnus, con un simple chasquido de dedos, se habría leído todo el libro de un tirón en menos de un segundo, y quizás incluso el problema ya estaría solucionado. Pero Magnus no está, y nosotros no somos los mismos que durante el resurgimiento de Valantine.

-¿Alexander?

Su voz suena ronca y grave. Con sus ojos todavía con legañas, me mira desde la cama cubierta por las sábanas hasta la cintura. Mira a su alrededor, buscando hubicarse tanto en espacio y tiempo, como haciendo memoria de todo lo sucedido ayer.

-¿Te encuentras mejor?

Dejo el libro abierto por la página en la que me he quedado sobre su escritorio y me encamino hasta la cama tomando asiento a su lado. Su piel vuelve a tener ese tono tostado y con mi mano en su frente me aseguro de que no tenga fiebre. Un suspiro de alivio se escapa de mi boca, y me inclino hacia la mesilla de noche, donde cogí un vaso de agua y se lo ofrezco.

-Gracias -me agradece antes de llevárselo hasta la boca y beberse el contenido de un solo trago.

-¿Te acuerdas de como has llegado hasta aquí?

Ella asiente, pasándose el dorso de la mano por sus labios, y deja el vaso vacío en la mesilla. Se estira acabando de desperezarse y mueve sus pies bajo las sábanas.

-Sí, me acuerdo.

Su confirmación me tranquiliza y hace que maldiga al mismo tiempo, por lo que pronto busco desviar la conversación a mi terreno. Por ello, saco a relucir la información que obtuvimos a través de la reina Seelie.

-El libro -me levanto de la cama para alcanzarlo y retrocedo un par de páginas hasta la imagen de una especia de termómetro antiguo. Lo dejo sobre el colchón frente a ella, y Hera no tarde en cogerlo-. En el libro aparece un artilugio que sirve para medir la magia que hay entre nosotros, de manera que es como saber que tan fuerte es nuestro vínculo.

AlecWhere stories live. Discover now