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Capítulo 47: Enamórate

Capítulo 47: Enamórate

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Hace tres años...

—Magnus, debes aguantar.

El corazón se me sube hasta mi garganta, y el miedo me impide llorar. Aún así mi mano no suelta la suya. Sus gruesos anillos se clavaban en mi carne, y sus uñas negras me hacen sonreír mínimamente. A diferencia de mí, las lágrimas se escurren libremente por sus mejilla como ríos que buscan desesperadamente desembocar en el mar. 

—Iremos junto a Cleophas, ella hará que te deje de doler —le prometo sin compromiso. La tela de su camisa de seda con unas franjas llamativas se empapa de su sangre.

—N-No es necesario, Ale-Alexander —su cuerpo entero tiembla cuando tose. Un hilo de sangre escurriéndose por la comisura de su boca me anuncia lo que se aproxima—. No duele.

Sus ojos felinos me miran con todo el amor que una persona puede albergar y me pregunto si le dará tiempo a que todos sus recuerdos se presenten en su mente antes de morir. No todos han vivido tantas experiencias como Magnus, y desde luego, ningún brujo existente además de él es descendiente de Asmodeus.

Mi palma acuna su mejilla húmeda completamente rasurada, y aprecio las sombras negras así como la línea en su ojo que le otorga mayor profundidad a su mirada. Apoyo mi frente sobre las suyas, escuchando sus suaves sollozos como una nana agridulce en mis oídos. A pesar de la sangre, el sudor y los resquicios de magia que siguen presentes en el ambiente, el olor a su champú casero sigue ahí. Este parece aferrarse a su piel como si de alguna manera supiera que es lo que está apunto de suceder. Me quito la cazadora cubriendo su torso con ella, asegurándome de que no pase frío.

—Ni llorando se te destroza el maquillaje —bromeo, porque mi corazón duele tanto que no soy capaz de llorar.

Me acuesto a su lado sobre el suelo, adoptando una postura habitual cuando nos encontramos en cama hablando de cosas banales. Recargo mi cabeza sobre la palma de la mano, deslizando mi dedo por todo su rostro moreno de la misma manera que lo hago cuando no es capaz de dormir. Descubrí con el tiempo que mi brujo es de esas personas que no temen dormir de más, a pesar de lo último que tienen es tiempo para descansar. Algo curioso teniendo en cuenta que es inmortal. Quizás es por ello que la idea de que él muera antes que yo es tan antinatural como el concepto de unos padres enterrando a sus hijos. 

Me había mentalizado al hecho de que yo iría envejeciendo. Perdiendo la musculatura que ahora me acompaña, y mis huesos y articulaciones empezarían a quejarse. Quizás perdería mi pelo al igual que mi padre, y posteriormente las arrugas empezarían a presentarse paulatinamente. Luego lo vería él, tan magnífico y radiante igual de apuesto que el día en que lo conocí. Le habría escrito una carta a lo mundano, para que esta perdurase en el tiempo como nuestro amor, y él la leería una vez que la muerte hubiese llegado a por mí. Pero ahora todos esos planes se desmoronan frente a mí, y la realidad de que incluso uno de los grandes magos a pesar de sus espinas y el aspecto saludable de sus pétalos estos no dejan de ser delicados, y con el clima adecuado también se marchitarán.

AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora