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EPISODIO 26: narcisismo y alter egos

HERA

—Esto es una pésima idea —miro el reloj majestuoso reloj de pared sobre la puerta doble. Todavía faltaban unos minutos para que mis padres llegasen, y si no fuese porque aprecio demasiado mis uñas largas y poder pintarlas cuando me plazca, ya me las habría mordido todas hasta hacerlas sangrar.

Alexander no es que estuviese mucho mejor, aunque si debía atribuirle su mérito por mantener la compostura incluso teniendo en cuenta que solo éramos nosotros dos los que estábamos en su despacho esperando a mis progenitores. Quizás eso tampoco ayudase precisamente. Las cosas estaban...difusas entre ambos tras el intenso beso en mi habitación. Desde luego no iba a dejar las cosas así, no iba a permitir que el ojimiel siguiese con esa actitud. ¡Fue él quien dio media vuelta cuando ya estaba con medio cuerpo fuera de mi habitación! Además, no se me van a caer los anillos por coger al toro por los cuernos, ni mucho menos.

—¿Te vas a poner así cada vez que tengas que hablar con tus padres? —su molestia era más que evidente. Casi podía tocarla con la punta de mis dedos.

—Eres el menos indicado para hablar —me cruzo de brazos y empiezo a dar golpecitos rítmicos y constantes con mi pie. Aquello solo exasperaba más a mi esposo. Sonrío.

—Sobre eso de hablar... —me giré sin moverme de mi posición. Apostaba mi libro favorito a que sacaría ahora el tema del beso a relucir—. Deberíamos aclarar lo que pasó.

Casi dejé escapar una sonora carcajada al ver la tensión en su cuerpo y el nerviosismo que lo hizo tragar grueso. No quería ni imaginarme como se sentía. La culpabilidad ante su erróneo pensamiento de creer que estaba engañando o fallándole de una forma u otra al brujo debía estar matándolo por dentro. Siendo como es, no le contaba casi nada a nadie, sin contar a su parabatai y claro está a la metiche de su hermana pequeña. Teniendo en cuenta que se trataba de un beso entre él y yo, era más probable que se desvelasen antes los secretos de Estado que el reciente altercamiento.

—Solo nos besamos, Alexander —puse mis ojos en blanco y apoyé mis manos en la superficie fría de su escritorio—. Estamos casados. Créeme que muchos dan por hecho que hemos hecho mucho más que un simple beso.

—¿S-Simple? —aclaró su garganta, y se armó de una seguridad que por primera vez no portaba—. ¿Así es como lo...definirías?

Incliné mi cabeza mientras mantenía mi labio inferior atrapado entre mis dientes. Lo miré de arriba a bajo, de manera tan lenta que resultaba hasta una tortura. Desde luego que no pensé que fuera a mostrar interés por conocer mi opinión al respecto. Habría apostado todo lo que tengo a que habría buscado la forma de enterrar aquel recuerdo en los más profundo de su mente, y si podía olvidarlo, eliminarlo de alguna u otra, lo haría.

—¿Y tú? —me incliné hacia delante por encima del mesado que nos distanciaba—. ¿Cómo lo definirías tu, Alexander?

El director tragó grueso, manteniendo ese ceño fruncido y su boca en una línea recta. ¿A caso le habían metido un palo en el culo y yo no lo sabía? Bueno...quizás ese no es el mejor ejemplo cuando de una persona homosexual, o quizás ahora bisexual hablamos. Aunque quizás él no era el muerde almohadas... ¿o sí? La verdad no podría ver a Alexander de otra manera que no fuese como el dominante de la relación en cualquier ámbito de esta. Aunque que conmigo se haya comportado así, nada me asegura que con el brujo fuese distinto. 

—¿A caso eso importa? —habló después de unos segundos en silencio—. No se va a repetir, Hera. Lo que sucedió fue...

—¿Un error? ¿Una desfachatez? —alcé mi ceja y lo miré con toda la intensidad que una persona puede mirar a otra en estas circunstancias.

AlecKde žijí příběhy. Začni objevovat