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EPISODIO 21: realidades alternativas

HERA

Con una copa de vino en la mano observo el panorama apartada desde una esquina. Conversaciones variadas y la gente distribuida en grupos sociales. El lugar está animado y una suave música suena de fondo. He pasado de ser la novia a la antisocial de la fiesta, tan solo me falta un  libro en la mano.

Distingo a mi madre en una de las mesas centrales con varias personas del Consejo, siempre aprovechando la ocasión para aumentar su estatus. Mi padre sin embargo se había separado de mi madre hace poco más de una hora, y conversa animadamente con Maryse y Lucian. Hace nada se les unió también Catarina y parecen estar pasándoselo más que bien con unas pocas copas encima. Sonrío cuando distingo al cuarteto inseparable, al que ahora se le van sumando los dos vampiros. Lo más lógico sería que me encontrase con ellos, en especial porque mi marido se encuentra allí, más no veo llegar la hora de retirarme a mi habitación. Con el paso de los minutos, emborracharme empieza a ser una opción más que considerable. Incluso podría decir que Alexander se lo está pasando bien, quizás intentando mantener en el fondo de su mente el motivo por el cuál están todas estas personas aquí reunidas.

La runa ahora oculta tras la tela de mi vestido todavía parece arder, en un constante recordatorio de que ahora, estoy casada con Alexander Lightwood. Ya no soy más Hera Hadid, o al menos no para el resto de shadowhunters. Hera Lightwood. Lo he repetido varias veces en mi mente, y debo admitir que no suena mal, aunque no creo estar preparada para escuchárselo a alguien decirlo en alto. Solo me falta que ahora mis compañeros se dirijan a mi como la directora, y es que si bien el principal motivo por el cuál mi madre se sentía tan fascinada ante la idea de que su hija se casase con el director Lightwood es precisamente esa, solo podría estar orgullosa de mi puesto si este se debiese a méritos propios.

—¿Todo bien por aquí? —Lydia me sorprende con su presencia y una copa de champán en la mano.

—Sí claro —le muestro una sonrisa falsa, de esas que he estado dedicando toda la noche—. Descansando los pies.

—Debo admitir que al principio no sabía que pensar —movió una silla para acomodarla a mi lado y así sentarse. Sus ojos se paseaban por los invitados como llevaba yo haciendo un buen rato—. Vuestro compromiso tan apresurado me recordó a cuando yo me comprometí con Alec para restaurar el honor de su familia, y así poder dirigir juntos el instituto.

Vale. Creo que prefiero ser la antisocial en mi propia boda.

—No te lo voy a negar, fue todo muy rápido —me inclino hacia ella para decírselo por lo bajo, como si fuera algún tipo de secreto de Estado. Tan rápido que nos saltamos la parte de las citas y el noviazgo...

—El amor es peculiar —suelta un suspiro propio de una mujer enamorada hasta los huesos. —Aunque solo hace falta ver como te mira —sonríe con su mirada puesta en alguien—. Entras en una habitación y sus ojos se mantienen sobre ti en todo momento.

Amor. Eso es exactamente lo que sentimos Alexander y yo el uno por el otro. Nada más y nada menos que amor. Efectivamente.

Gira su cabeza, y con una suave sonrisa hace un movimiento de cabeza señalando a algo o a alguien. Mi mirada se desvía hasta la persona en cuestión, encontrándome con la mirada color miel del Lightwood. A pesar de que Jace parece estar comentándole algo con bastante ímpetu sin soltar la cintura de la zanahoria, su parabatai mantiene sus ojos puestos en mi. La presencia de Lydia a mi lado debió llamar su atención, alerta por si debía recurrir a mi rescate. Ahora que estamos casados, las cosas entre nosotros se han vuelto incómodas.

AlecKde žijí příběhy. Začni objevovat