Ella soltó las poleas de Phoellie, y enroscó los brazos alrededor del chico, parándose en sus puntillas para besar su mejilla.

—Sé que dije que este es el deber que nos corresponde, pero...

«Quédate, por favor...».

Aunque tenía aquellas palabras en la punta de la lengua, Elyon no se atrevió a decirlas. Ya le había hecho una promesa a Lyn antes, y aunque quisiera, no la iba a deshacer. Tampoco detendría a Galathéia, porque era tan guardiana como él, y porque sabía que debía estar molesta por la discusión que había escuchado que tuvo con Azhryl.

—Prométeme que volverás a salvo con Lyn. Cuídalo en todo momento, incluso si son nuestros aliados, no bajes la guardia, por favor. —Ella tomó de sus manos, y lo miró de frente con insistencia, sin dejarle otra opción más que responderle.

—Claro que sí... —musitó él con inseguridad. No por él, en realidad, estaba de lo más seguro de que él y Lyn estarían bien. Sin embargo, casi había perdido a Galathéia, y ahora debía dejarla ir de nuevo, como si nada hubiera pasado—. ¡Promete que no harás nada loco, por favor! Solo lleva a la bruja, y regresa. Trataré de estar contigo cuanto antes...

La chica soltó sus manos al tiempo en que bajaba la cabeza.

—¿Sabes? No tienen que ser solo tú y Lyn contra el mundo...

—Galathéia, por favor...

No se había esforzado lo más mínimo en mentirle para tratar de calmarlo, y era lo que más le estaba doliendo por dentro a Elyon en ese momento.

—Y no necesito que me prometas esto, pero si solo lo intentas, te lo agradeceré bastante... —La chica sintió encogerse mientras buscaba las palabras en su mente para pronunciar su súplica, y los recuerdos de la playa de Gewër se atravesaban, como si su conciencia quisiera advertirle de que se trataba de una locura—. Habla con Lyn. Convéncelo de que perdone a Zéphyrine, ¡estoy segura de que hay una razón para todo lo que hizo!

Elyon no supo qué responder, y no era para menos. Zéphyrine había condenado a la destrucción al reino en el que había nacido, y estuvo muy decidida a acabar con la vida de la guardiana que iba tras ella; si existía una razón para todo ello, no creía que fuera lo suficientemente justa como para que Galathéia y cada habitante inocente de Wölcenn tuvieran que pagar por ello.

No obstante, la misma Galathéia pedía perdón por ella, con ojos brillantes de súplica.

—Por ahora Lyn está fingiendo que Zéphyrine jamás ha existido para él, y creo que es lo más clemente que podrá hacer respecto a todo esto.

—¡Es su hermana! No creo que pueda en verdad dejarla de lado —aseguró, alejándose con un paso al recordar el viaje que tenía que hacer—. Sé que pasó mucho tiempo de ello, pero no olvidaría tan fácil cuando éramos los cuatro, y hablábamos de los grandes dones que todos tendríamos, o de que Azhryl sería rey... —dijo con una sonrisa de nostalgia.

Elyon también lo recordó, sobre todo, aquello que no se había cumplido. Apenas eran niños entrenando para ser los nuevos guardianes, y tenían tiempo más que suficiente para fantasear.

Lyn era de lo más tímido, Zéphyrine soñaba con entrar a la Primera Guardia antes de ser enviada con Moirean a Gewër, y él... él le había prometido a Galathéia que tendría un don tan grande, que la convertiría en su mayor rival por el trono de Wölcenn.

Menos mal, nunca había sido tarea de ninguno de ellos el poder predecir el futuro.

El guardián suspiró. A pesar de todo lo que había sucedido, Galathéia siempre veía lo mejor en aquellos que conocía. Incluso si solo eran recuerdos.

Almas de cristalWhere stories live. Discover now