Capítulo 22.

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Capítulo 22.

Febrero, 2028.

Espero con el casco en la mano a que Eva baje de su piso, hace cinco minutos que he podido despegarme de sus labios para que fuese a cambiarse de ropa antes de llegar juntos al instituto a dar clases.
Mi plan se está yendo por el desagüe de las cañerías, y me siento impotente al no poder hacer nada para evitar que eso pase.

No he querido subir con ella, no sé aún cómo mirar a Diana a la cara después de marcharme aquel día.
También me viene bien un poco de distancia para intentar ordenar mi cabeza, para salir de esa burbuja en la que me encuentro cuando la chica de ojos azules me mira y me sonríe.

Solo entré a ese trabajo para conseguir que la echasen, solo me acosté con su mejor amiga para que se peleasen y nada de lo que he hecho ha servido para que eso ocurra.
Tenía que salir con Diana, que ella viese que no me importaba nada de lo que pasó entre los dos, pero no pude hacerlo, no puedo hacerlo.

Un mensaje llega a mi teléfono, vibra y suspiro. Otro mensaje con amenazas no, por favor.

"-Sube, Diana no está y tenemos que tapar esas heridas de tu cara."

Sonrío al ver su nombre. Muerdo mi labio y me levanto de la moto, toco al telefonillo y un ring metálico me hace saber que ya puedo empujar la puerta para entrar.
Subo prácticamente las escaleras corriendo, casi de dos en dos y no es por falta de tiempo, sino por ganas de verla otra vez.
Siento que estoy perdiendo esta batalla por mantenerme alejado de ella y que ojalá pudiera sacar la bandera blanca para quedarme a su lado toda la vida.

-¿Por qué sonríes tanto?

Aparece detrás de la madera que nos separa, doy dos pasos para entrar su piso y agarro su brazo cuando se gira para caminar hacia el cuarto de baño. Se queda mirándome un segundos hasta que estampo mis labios sobre los suyos. Capturo su boca y la beso, una vez más, y espero que sean demasiadas las veces en las que pueda hacer esto.

Sigue mi beso, ríe contra mis labios y me urge volver a besarla cuando ese gesto hace que se me erice la piel.
Intenta hablarme, quizá poner algo de cordura en este torbellino que nace entre los dos, pero mis manos sujetan su cara y mi cuerpo la obliga a retroceder hasta que su espalda baja choca con el sofá.

-¿Tenemos tiempo para escucharte gemir una vez más? -Bajo mis labios hacia su cuello y arranco de su garganta un suspiro que amenaza con no quedarse ahí.-
-Hugo... Vamos a llegar tarde y...

Sus palabras mueren en la orilla de mi boca, mi lengua se las arrebata y las ahogo en mi garganta.
No quiero pensar en que nos tenemos que ir. Solo quiero quedarme aquí, con ella, los dos solos, vivir para siempre así, entre besos y su piel.

Muerdo su labio inferior y gruño por sus manos haciendo fuerza y tirando de los mechones de mi pelo para separarnos.

-No puedo dejar de besarte.
-Vas a tener que aguantar hasta que salgamos del instituto, ahora ven, que vamos a camuflar esas heridas.

Tira de mí para llegar al cuarto de baño, al que llego abrazándola por la espalda y moviendo nuestras piernas a la misma vez para coordinar los pasos, para no acabar cayendo al suelo, aunque eso me aseguraría poder sentirla debajo de mí al menos unos minutos en los que la volvería a besar y le rogaría que no fuésemos a ese estúpido instituto para quedarnos todo el día piel con piel.

Me siento en el váter y ella se coloca entre mis piernas, alzo la cabeza hacia atrás y dejo que sus manos pasen por la comisura de mi boca, por mi ojo para tapar las señales de las estúpidas peleas a las que fui para sentir dolor e infringirlo.

-Así calladito estás muy guapo. -Sonrío y ella sigue tapando mis heridas.-
-Tú lo estás siempre. -Abro los ojos para ver como una sonrisa vergonzosa aparece en sus labios.-
-No digas mentiras.
-No son mentiras, anoche no podía dormirme y mirarte era la mejor sensación del mundo.

Frenesí Where stories live. Discover now