Capítulo 2.

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Capítulo 2.

Noviembre, 2027.

Los primeros rayos de sol parecen entrar perezosos a través del cristal de la ventana, porque los siento de una manera muy sutil sobre mis párpados justo antes de que él sonido del despertador me haga abrir los ojos con gran pesadez, solo deseando dormir cinco minutos más.

Alargo el brazo hasta que mis dedos se deslizan inconscientemente sobre la pantalla del teléfono y el ruido cesa.
Aparece un silencio cómodo durante unos escasos segundos antes de que las voces de mis vecinos se cuelen por el débil cemento de las paredes, que parecen ser de papel.
De nuevo las palabras de los dos hombres que viven encima de mí me hacen despertarme los completo.

Son las seis y media de la mañana, unos minutos después en los que me entretengo entre las sábanas de mi cama escucho como ambos salen y la puerta de su casa se cierra con brusquedad.
Yo sigo tratando de encontrar algo de valor para poner los pies en el suelo y sentir el frío que se colaba por las rendijas de las ventanas.

Noviembre había llegado con fuerza, con bajas temperaturas y a mí se me hace cada vez más difícil levantarme para ir a dar las clases a cientos de alumnos que solo rezaban para que la profesora faltase ese día y tener una hora libre.

-Eva, vamos arriba. -La puerta de mi habitación se abre y me deja ver el pelo rubio de mi compañera de piso y mejor amiga, Diana.- ¿Todavía en la cama?
-Hace mucho frío.
-Y dentro de media hora seguirá haciendo el mismo frío pero tendrás menos tiempo para ducharte y desayunar.

Cierra y me deja con esa verdad flotando en el aire.
Suspiro antes de apartar las sábanas de mi cuerpo y levantarme.
Maldigo el momento en el que tengo que ir a trabajar, maldigo el momento en el que mis zapatillas se arrastran hasta llegar al cuarto de baño.
No tendría que hacer nada de esto si aceptase volver a vivir con mis padres, nunca quisieron que estudiase la carrera de magisterio, nunca quisieron que saliese de debajo de sus brazos protectores, pero siempre me empeñaba en buscar aquello que no tenía, aquello a lo que ellos le tenían tanto miedo.

Quería vivir, viajar, ir a la universidad, estudiar, conocer gente, enamorarme, salir de mi casa, tener mi propio dinero, ganarlo yo.

Y lo hice.
Salí de mi casa, estudié, gané mi dinero.
Pero también ocurrieron cosas de las que no me siento orgullosa, que nunca debían de haber ocurrido o simplemente debí haber visto mucho antes.

Cierro la puerta del cuarto de baño detrás de mí, giro el grifo para que empiece a salir el agua caliente y dejo que mi pijama caiga a un lado en el suelo antes de entrar a la bañera y cerrar la mampara.

"-Vamos Eva, tú puedes con esto y con más."

Es la frase que me repito una y otra vez todos los días, todas las mañanas en la ducha y justo antes de entrar por las puertas del instituto.
Me gusta mi trabajo, me encanta, pero puede que sea el centro donde no me sienta tan cómoda.

"-¡Vamos! ¡El agua está buenísima!

Le grito a Hugo mientras corro por la arena hacia el agua. El sol refleja con fuerza sus rayos sobre los granos que se desplazan bajo mis pies y sobre mi piel, quemándome y poniendo a prueba la eficacia de crema protectora que me he puesto hace diez minutos.

No tardo en sumergirme bajo el agua, en meterme debajo de una ola que rompe a escasos metros de mí y salpica al chico que me mira sonriendo.
El día parecía que iba a ser aburrido, la negativa de Gabriel a querer abrirme la puerta estaba haciendo aparecer nubarrones sobre mi cabeza.
Se ha enfadado por una tontería que solo existe en su cabeza.
Salimos de fiesta, un chico se acercó a bailar y se enfadó conmigo.
Aún cuando ni estábamos juntos bailando, había distancia entre los dos, y había mucha más gente a nuestro alrededor saltando al mismo son de la música que nosotros.

Frenesí Where stories live. Discover now